Otro dedicado a Eze, para reparar mi error anterior. xD
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– ¿Qué hace él aquí? –pregunto Vlad, el ruso
– Me pareció podría sernos útil (aunque me dé escalofríos). –respondió Oleg
– Todos fuimos militares, excepto él. –se quejó Ezequiel, puliendo su arma
– Ya, ya, tranquilos. –Oleg no quería que el grupo se desbandara– Oigan. Investigué al sujeto. Fue militar un tiempo, se sabe de memoria el Arte de la Guerra…
– No es suficiente. –Ezequiel se seguía quejando mientras pulía su arma– Eso no lo convierte en uno de nosotros.
– Cállense ya. –Shinigami interrumpió– Fui militar. Punto.
– ¿Cómo te atreves? –exclamó el ruso levantando su puño
– Ya, Vlad, basta. –Oleg y Minkia lo detuvieron
Vladimir ni siquiera alcanzó a golpear al asesino, cuando Ezequiel se lanzó sobre él con un gancho conectado al estómago, forcejearon unos segundos hasta que el Shinigami lo sujetó por las muñecas e intentaba torcer los brazos del argentino por su espalda. El pie del gigantesco ruso abrazó el torso del Shinigami y lo lanzó por el aire, haciéndole caer al suelo colina abajo, mientras se tronaba los nudillos y el cuello.
Shinigami dio un salto lanzando una patada giratoria al rostro del ruso, el cual ni siquiera se inmutó mientra el asesino aterrizaba y el ruso le agarraba por el casco con su gigantesca mano; «Es más duro de lo que esperaba», dijo lanzando un escupitajo al suelo mientras intentaba agrietar el casco del Shinigami. El asesino presionó un punto del antebrazo del ruso, haciendo que su mano se entumeciera y lo soltara. Vlad le tomó por el cuello con la otra mano y lo alzó en el aire, intentando estrangularlo. Oleg y Minkia intentaban detenerlo, pero era inútil, la rabia ardía en todo el cuerpo del Animal. Shinigami intentaba conectar patadas con la punta del pie en cuatro puntos del torso de Vlad, repetidas veces. Tras 9 segundos, Shinigami comenzaba a perder aire, su rostro, debajo de la máscara, estaba más rojo que los cabellos de Nika, comenzando a tornarse morado, pero la mano de Vlad comenzó a aflojarse, sentía un extraño hormigueo en los puntos que el asesino había pateado, puntos clave del sistema nervioso, que comenzaba a debilitar al ruso. Vlad soltó al asesino, quien cayó dificultosamente de pie, se tambaleó y cayó al suelo de espaldas. El Animal sentía relámpagos recorriendo su cuerpo mientras se sentaba en la tierra manchada de sangre. Y el alemán verificaba el pulso del asesino: Shinigami había muerto.
Sykes quitó el casco del SEVA e intentaba revivir al asesino golpeando su pecho, mientras el alemán colocaba en la garganta del Shinigami el tubo del tanque de oxígeno del SEVA, siguiendo las indicaciones del inglés para intentar revivir al asesino, pero fue inútil. Mientras tanto, Oleg ayudaba a incorporarse al ruso.
– Eso... no era necesario. –expresó Oleg
– El tarado se quiso comparar a nosotros. –Ezequiel defendió la conducta del ruso violento
– Pero si hasta yo sé que el imbécil fue militar y solamente fue por una guerra. Para poder luchar en una sola puta guerra. –Hoffman no estaba contento con la reacción del Animal
Entonces escucharon un sonido, muy débil. Y otra vez. Y otra vez más. Era el ruido de "algo" golpeando "algo", pero no parecía metálico. Voltearon para ver cómo el pecho del asesino muerto temblaba. Hoffman fue el único de todos quien puedo ver una silueta transparente junto al cadáver el Shinigami; la silueta había juntado sus dos manos en una bola de puños, la levantaba en el aire y la hacía caer con fuerza sobre el pecho del Shinigami. En un instante, la silueta desapareció y el Shinigami se levantó con velocidad tomando una ruidosa bocanada de aire.
Vlad fue hacia él, sin poder creer que no lo había matado. Lo sujetó del hombro y comenzó a alzarlo para darle un puñetazo. Velozmente, Shinigami extendió su brazo alrededor de la cabeza de Vlad, sujetando el rostro del ruso con su mano; puso su pie entre los pies del ruso, preparando una zancadilla, mientras giraba la mano con la que agarraba el rostro del Animal, desenroscando su brazo como una cuerda que lanza un trompo. El ruso cayó con un movimiento de Sambo, uno de los únicos movimientos de ese estilo que conocía el asesino. Pero el ruso, tras haber sido militar, conocía el estilo también, y logró agarrar las piernas del asesino mientras caía. Shinigami miró que el ruso levantó el brazo izquierdo, en un lapso de tres segundos, el asesino conectó una patada en la axila, golpeando el ganglio, mientras una lluvia de potasio salía disparada por el sistema nervioso de Vlad, una tormenta eléctrica en su cuerpo lo paralizó, soltando al asesino, quien cayó al suelo, sentado, agitado. Todos los demás, a excepción del Shinigami exhausto y de Ezequiel, se lanzaron encima del ruso para detenerlo e intentar calmarlo.
– ¿Cómo mierda hizo eso? –preguntó Ezequiel, atónito, quien aún se frotaba las muñecas.
– Estuvo un par de semanas en un Gulag. –respondió Oleg– Les dije que investigué al sujeto y que nos puede servir, aunque me de escalofríos.
– Ni… Ninjitsu, Kenju… jutsu, Parkour, Sambo. –dijo el asesino recuperando el aliento– ¿Qué mierda más quieren?
– Me refería a la Magia Negra, tarado.
– La Zona da, la Zona quita.
Ezequiel vió al lugar donde hace unos momentos yacía el cuerpo sin vida del Shinigami. En ese lugar, el cesped había desaparecido, la tierra estaba agrietada y las ramas sin hojas de los arbustos marchitos; todo de color negro, como si algo les hubiese robado su vida. La Zona da, la Zona quita.
Año nuevo, 2015. Enero asomaba. Estaban reunidos Vladimir, Oleg, Minkia, Hoffman, Ezequiel, Sykes y Shinigami. Su objetivo era llegar atacar una vieja granja en Zatón, donde había un grupo de stalker Solitarios. Un cliente contrató a Vlad para que recuperara algunos artículos que llegaron a manos de esos stalkers, y no quería dejar testigos; Vlad llamó a Oleg y Minkia, diciéndoles que debían atacar a un grupo de ladrones. Oleg reclutó a los demás con pasado militar, o al menos a los que pudo contactar.
Vladimir con su enorme ego, dirigía al grupo. Algunas veces Ezequiel y Shinigami intentaron proponer tácticas, pero el ruso hizo caso omiso de las sugerencias de los pensadores, incluso los amenazó. Hoffman y Sykes ya sabían que no había que sugerirle nada a Vlad, jamás. El ruso violento hacía avanzar al grupo escondido entre los matorrales que crecían en el agua pantanosa y radiactiva de las riberas de Zatón. La oscuridad de la madrugaba apremiaba. Stalkers, mutantes, todo, estaban de juerga por el año nuevo, todos felices. Los ruidos de gritos, desesperación, llanto y disparos, fueron reemplazados por aullidos, alaridos, festejos y fuegos artificiales, nadie les prestaba mucha atención a los stalkers que avanzaban sigilosamente por las riberas contaminadas.
Comenzó a llover. El grupo llevaba mucha protección, como siempre. Todos con exoesqueletos y SEVAs. Todos estaban cubiertos por mantos sucios, de machas verdosas, ocres, marrones y negras, con algunas plantas adheridas sobre ellos. La lluvia se llevaba los festejos que eran de nuevo reemplazados por gritos de desesperación y disparos.
El grupo seguía su avance. Uno de los rusos dijo que la lluvia ocultaría su olor. Ezequiel rápidamente corrigió, diciendo que el agua hace más fuerte los olores, por eso luego de la tormenta uno siente olor a barro de las calles y madera mojada de los postes de luz; Shinigami lo remató con un chiste, dejando mal al ruso que comentó lo de la lluvia. Ezequiel se reía en silencio. Pero la alegría no duraría mucho, el miedo a la aparición de algún chupasangre crecía en sus corazones cubiertos tras placas de metal.
Carnada. Shinigami, la esponja para las balas, sería la carnada. Él comenzó a subir por la carretera, con el arma en la mano, actuando como si escapara del Sur, de la guarida de chupasangres.
– ¡¡Ayúdenme!! ¡No tengo balas y me persiguen unos mutantes!
Un stalker salió de la granja y arrojó una escopeta recortada hacia el asesino que subía por el camino. Shinigami recibió el arma que le dio el Solitario, y comenzó a apuntar hacia todos lados moviéndose frenéticamente. El stalker que le dio el arma se acercó a él, apuntando a la carretera, esperando al mutante, mientras otro estaba en la puerta. Eran ocho los que estaban adentro del edificio.
Hoffman corrió bajando la colina, casi tropezándose, y deteniéndose al llegar a la orilla del río, se agachó y se movió lentamente por el barro hasta llegar a donde se encontraban los demás, agachados, ocultos.
– Hay ocho adentro del edificio, dos en la entrada, el imbécil de la calavera parece haber engañado a todos. Hay un agujero en el techo y tres ventanas abiertas, o solían ser ventanas, además de una pared rota.
– Muy bien. –dijo Vlad– Oleg, Minkia, inglés; los quiero a ustedes en la ventana. Alemán, argentino, los quiero en el agujero de la pared. Vamos ya, disparen a todo lo que se mueva, traten de no matar a Madame L’Mort.
Un grupo de cinco Bandidos venía subiendo la carretera, querían robar el botín de los Solitarios en la granja. Adentro de la casa, el asesino negociaba con los Solitarios por la escopeta que le habían dado, pertenecía a uno de los más rudos del grupo y quería algo igual de valioso a cambio. Shinigami, comerciante de artefactos, comenzó a revisar su mochila para encontrar dos o tres que le sirvieran al buscapleitos que le dio su escopeta.
Los Bandidos comenzaron a disparar y el grupo de once salió de la granja. Dos de los solitarios murieron, pero mataron a los Bandidos en un santiamén.
Cuando estaban regresando al interior de la casa en la granja, Shinigami vio a Vlad en el techo, quien le hizo una seña.
Entraron. Shinigami tomó la escopeta y le disparó al stalker que se la había dado. Todos enloquecieron y comenzaron a dispararle, a lo que él cayó al suelo, como un fiambre.
Vlad cayó del techo, disparando, mató a dos en el instante, mientras Ezequiel y Hoffman en la puerta de la otra habitación, y Oleg, Minkia y Sykes en las ventanas, disparaban por la espalda a los Solitarios que se habían concentrado en el Shinigami, sin saber que había más enemigos detrás de ellos.
Vlad tomó todo lo que su cliente le había pedido y lo guardó en su mochila. Se acercó al Shinigami, moribundo en el piso, sangrando, y le dio un puntapié en el costado. «Inútil» le dijo, mientras salía de la casa y se volvía al Vertedero a buscar la paga para él, Oleg y Minkia, planendo darles nada a los otros.
Hoffman y Sykes cargaron al Shinigami para arrastrarlo, algo a lo que el asesino ya se había acostumbrado. Lo llevaron a un colchón viejo, mientras Oleg quitaba las placas de armadura, para que los otros le pudieran extirpar las balas.
Minkia y Sykes se fueron. Ezequiel intentaba quitarle las balas del torso al asesino, eran solo tres, pero tenía varios agujeros abiertos en la carne, maguladuras y raspones por el impacto directo de las balas. Shinigami intentaba contener los gritos de dolor del vodka escurriéndose en su torso, matando las bacterias, las que podían sobrevivir en ese ambiente radiactivo. Oleg reparaba la armadura usando chatarra tirada en el lugar, y placas de armadura de los solitarios que había muerto, no era fácil encontrar algo en buen estado y con el tamaño adecuado.
Se fueron todos, solo quedaron el exmilitar argentino y español de la máscara de calavera, exhausto, tirado en un colchón, rodeado de fiambres. Ezequiel se sentó en una esquina, abrió la mochila de uno de los muertos y sacó una botella de vodka cosaco, la destapó y comenzó a beber, mientras el asesino buscaba en su cinturón el artefacto Luciérnaga, para cerrar las heridas, y el artefacto Burbuja, para eliminar la radiación del anterior. Buscaba en su cinturón palpando, porque estaba acostado y no podía levantarse a ver.
– Entonces… –dijo Ezequiel, hablando en castellano, mientras dejaba de sorber la vieja botella añeja– ¿Por qué no hiciste nada?
– ¿De qué estáis hablando?
– Tu magia, y las luces de colores, y esas cosas.
– No puedo hacerlo siempre. ¿Acaso podéis correr con un exoesqueleto y una mochila con una carga de 80 Kilogramos?
– Buen punto. –el argentino levantaba la botella en señal de brindis y la llevó a su boca para beber un trago más– Che, Shinigami, parece que va a haber una emisión.
– Estamos en Zatón, ya sabéis que las emisiones son pequeñas.
Un estruendo sacudió la tierra, para avisar de la emisión, mientras el cielo se tornaba rojo e iluminaba todo como si fuera de día. La emisión llegó muy rápido, la advertencia fue corta y la onda golpeó 15 segundos después del terremoto. Y tan rápido como llegó, se fue.
Algunos stalkers tenían drogas para emisiones al alcance de su mano, otros sobrevivieron de milagro, de lo rápido que fue. Muchos de los que festejaban murieron.
El argentino tomó una lata de bebida energizante y se la aventó al Shinigami, quien se estaba levantando del colchón para sentarse. Se puso el resto del traje y abrió la lata, mientras los suaves rayos del Sol acariciaban la superficie de la Zona, repleta de cadáveres, mientras, a lo lejos, el grupo de Vlad buscaba refugio en la estación de tren, cerca de Júpiter.
– ¿Por qué os quedásteis?
– Tengo cosas que hacer, gente que ver, mierda que comprar.
– Irina está cerca, ¿verdad?
– ¿Y a vos qué mierda te importa?
– Jajajajaja… Era broma, hombre. No te preocupes. Debo ir a Pripyat, me espera un cliente para negociar artefactos. ¿Vienes? Puedo conseguirte cualquier artefacto que estéis buscando.
– No gracias. Y no me gusta tu acento, como que muy forzado.
– Años sin hablar español.
– Bah, no me importa en realidad.
El argentino de nuevo levantó su botella en señal de brindis, gesto que imitó el español.
– Feliz Año Nuevo, tarado. –dijo Ezequiel bebiendo su vodka
– Feliz Año Nuevo, imbécil.
EDIT: Acabo de mejorar el final. Perdón, antes la naracción del final a a mil por hora, ahora tiene otro ritmo y es más larga y mejor.
EDIT 2: Bueno, mejoré todo ahora. Espero que les guste.