La cosa está mejorando.
– Parece que la cosa está mejorando –dijo Ezequiel mientras escudriñaba el paisaje.
– ¿Mejorando?, No creo que sea un término que se pueda aplicar a una situación así –Facundo al mismo tiempo hacía lo propio hacia el lado derecho, esperando tener una noche en paz.
– Dice que en su última incursión ha visto campos de flores comenzando a cubrir gran parte del territorio –Replicó
– What the fuck?! , ¿Flores en la Zona?!, ¿y eso te hace pensar que “La cosa está mejorando”? –hizo un pausa y agregó– Quizás deberíamos cambiar de lado.
– Prefiero saber qué facción le pateó el culo a cuál, qué nuevas mutaciones han aparecido, pero supongo que hablar de flores debería ser una mejora, no?
– No creí que pudiera llegar el día en que te escuchara decir algo así, pero si crees que alguien quiere ver unos fucking campos floridos y pensar que todo va a ir mejor, es porque se te ha corrido la mira. Todos queremos morir, esa es la simple verdad, por eso es que estamos acá, por eso es que seguimos en este juego.
– ¿Qué?, ¿acá dónde?, ¿qué juego?! –inquirió Ezequiel.
Facundo soltó un suspiro y continuó:
– No entiendes nada ¿verdad?. Puedes creer que tu deseo es salir de acá conseguirte una chica, o quizás ya tengas una esperándote, y olvidarte de todo esto. Pero la mierda que sucede a tu alrededor se te termina metiendo por las venas y es jodidamente adictiva.
– ¿De que mierda estas…
Sus palabras fueron amputadas por la voz de alarma en los intercomunicadores: “Emergencia, seguridad comprometida en la habitación maestra”.
Cuando llegaron, quien los había llamado estaba tirado en el suelo inconsciente. El residente de la “habitación maestra”, un tipo de casi dos metros de altura, sostenía al invasor por el cuello con una mano mientras que posaba la otra sobre su rostro como si le estuviera dando una bendición. Pero ellos sabían que no era así, las palabras extranjeras que salían de su boca sólo significaban una cosa: estaba tratando de arrebatarle el alma como a otros tantos que habían invadido sus aposentos.
– Ayuda –gimió el invasor mirándolos a ellos.
– ¿Quién te mandó a meterte acá?! –dijo Facundo, mas como un reproche que como una pregunta.
– Comida –volvió a gemir.
– ¿Cómo se puede ser tan idiota?, Si hubieses cruzado esa puerta con la intensión de jodernos a todos habría valido el riesgo.
– Por favor –sentía el alma desprenderse de su cuerpo.
Facundo arqueó las cejas y ahora dirigiéndose al que bien merecido tenía el mote de “Señor de las almas”, pero a quien él llamaba “Jefe”, dijo:
– Jefe, no creo que valga la pena llevarse un alma como esta, aborregada, sin convicciones…seguro que hasta huele mal.
En ese momento más invasores ingresaron a la habitación empujando a Facundo y Ezequiel para lanzarse al ataque. Salvaron el alma de su colega en el último instante e increíblemente lograron reducir al “Señor”. Este cayó de rodillas, uno de ellos pisó sus piernas y sostuvo sus brazos hacia atrás, hasta que el otro le inyectó algo en el brazo.
Sintiendo como la sustancia invadía su sistema, el “Señor” miró a Facundo. Jamás se reconocería vencido, pero de todos modos este pudo leer el pedido de ayuda en su rostro.
– Si la paga fuese mejor, quizás…pero con el salario actual, no vale la pena. Lo lamento Jefe, shit happens –Respondió al pedido mudo. El jefe golpeó el suelo con el rostro mientras un hilo de saliva escapaba de su boca.
– Jefe, ¿está bien? –preguntó.
– Mi gabardina –Respondió con voz gangosa.
– Por supuesto, es lo que menos puedo hacer –miró hacia atrás y le habló a los que ahora se revelaban como sus complices– Muchachos, por favor, su “gabardina”. –luego volvió a mirar a Ezequiel– “la cosa está mejorando”, no? –dijo sonriendo.
– Vete a la mierda –contestó soltando una carcajada.
– No, a dónde me voy es lejos de este manicomio, ya me quedé 5 minutos demás y como dije, la paga no lo vale.
– Suertudo, a mí está noche me toca guardia.
Cualquier parecido con personajes reales o ficticios no es más que eso