Desde que había contraído su enfermedad no se manejaba muy bien, y tampoco era capaz de razonar con rapidez. Tras probar con la cuchara durante un par de minutos con escaso éxito, la miró con detenimiento, y al fin decidió que con aquel instrumento no podía degustar aquel manjar que tanto le gustaba. La dejó caer a su espalda, y agarró una pala de pescado. Peor todavía. Ese trasto ni siquiera cortaba. Tras un par de vanos intentos, comprendió que aquello no iba a funcionar nunca. La cambió por un tenedor, y pinchó la carne. Rió su éxito, pero al levantarlo el tenedor perdió su presa. Tres hilos de sangre brotaron de los pequeños agujeros que había dejado el cubierto. Comenzaba a impacientarse. Se dio varios golpes en la cabeza, al tiempo que cerraba los ojos haciendo un esfuerzo por recordar cómo se hacía. Nada. Los abrió de nuevo. Y entonces una chispa prendió en su cabeza. Sabía que allí estaba la clave, aunque no conseguía distinguirla con claridad. Se golpeó de nuevo, cerró los ojos y los volvió a abrir, pensando que al repetir los mismos gestos quizá volvería con más fuerza la idea. Y se volvió a golpear, y los cerró, y los abrió. Y los cerró, y los abrió, y de nuevo los cerró... Y la solución se presentó con total claridad. Una risa grave brotó de su garganta, seguida de un borboteo espeso y ponzoñoso. Miró al suelo. Su presa, recién abatida, aún olía a fresco. Con toda la delicadeza que fue capaz de concentrar, aproximó su mano necrosada a la cabeza de aquel stalker, y sus torpes dedos consiguieron tras varios intentos agarrar uno de los párpados y abrirlo con suavidad. Luego, pinchó con el tenedor y tiró hacia fuera. El globo ocular se desprendió con un "plop", y el no muerto sonrió al sentir la explosión gelatinosa, dulce y templada en su boca.
Para JotaZombie en su cumpleaños, de Alpana. Junio 2011