Hola, aquí traido una idea original de Aleksander y MyBlack, mejor conocidos por sus personajes, Alek y Tagu.
El concepto fue idea de ellos, pero la anomalía fue algo que inventé improvisando y el artefacto es algo viejo que tenía; ya lo entenderán cuando lo lean.
Mariposa Monarca II
Amanecía en La Zona. El Sol se despertaba perezoso, arrastrándose por la Tierra hasta levantarse. La calidez del Sol daba una sensación de alivio ante el viento frío propiciado por las llanuras de Ucrania.
Algo salpicó barro. Su eco se escuchaba, se repetía, constante, incesante. Eran pasos. Botas sucias repicaban sobre la tierra. Corría, escapaba.
Era un stalker, de la facción de Solitarios. Había robado a un stalker de Deber y ahora el Deber y otros 3 Solitarios le perseguían. El robo se efectuó en la Fábrica Júpiter, durante la noche. Al amanecer se encontraba en la frontera Norte de Zatón, a punto de entrar en territorio salvaje, siguiendo el río, esperando llegar a la frontera con Bielorrusia, un lugar con menor incidencia de Militares y con menos stalkers.
Ir a la mitad Norte de la Zona era como pasar de Estados Unidos a México. Clandestino. Un lugar distinto, con un control menos extremista, un lugar con peligros distintos, un lugar diferente, donde la mayoría de las facciones no se atreve a incursionar.
Subió por la colina, para poder correr sobre la carretera. Pero el camino asfaltado se volvía empinado, más y más empinado. Siguió corriendo hasta detenerse en seco. Una anomalía geográfica, o como algunos le dicen, un campo de anomalías. El camino estaba dividido en dos, una zanja profunda cortaba la orilla del río, el camino y varios metros del tierra. Si hubiera tomado la orilla Este, no se hubiera enfrentado a esa anomalía. En el fondo, reconocía los Quemadores, pequeñas anomalías de fuego, podía ver llamas saltar; era un infierno.
Se paró en el borde, tomó su pistola. Los 4 perseguidores lo alcanzaron. «Jamás me atraparán con vida» gritó el ladrón. El miembro de Deber, jadeando, dio un paso hacia delante, llevando su mano a la cintura donde tenía un Abakan. Uno de los Solitarios que lo acompañaban, se interpuso, extendiendo su mano para detenerle, y susurró «Tiene razón».
El ladrón jaló el gatillo y entregó su alma a lo que sea que le estuviese esperando.
Pudo ver su cuerpo caer sobre el asfalto. Maldijo, pues esperaba que su cuerpo cayera en la anomalía y fuera quemado, con botín y todo. Al menos ahora ya no le podrían hacer daño.
El stalker solitario, que estaba delante de todos, comenzó a caminar hacia el fiambre, extendió su brazo derecho en el aire y agarró algo invisible. Estaba sujetando, por el cuello, el alma del ladrón.
El miembro de Deber miraba atónito, sin comprender. Uno de los Solitarios a su lado le dijo. «Es un fantasma, ¿no lo ves?»
– Oye, Tagu, no creo que este perrito faldero de Deber pueda ver fantasmas.
– ¿Por qué lo dices?
– Tuvo a la Muerte corriendo a su lado y ni se dio cuenta.
– Eso no tiene nada que ver, Alek, y lo sabes.
– ¿Qué es todo esto? –pregutó el miembro de Deber saliendo de su trance
– Es el Shinigami. –dijo Tagu
– Él es, prácticamente, una personificación de la Muerte. –explicaba Alek– O al menos lo más cercano que se puede estar. El ladrón se suicidó, su alma sigue aquí, Shinigami lo está enviando al Infierno.
– No puedo ver al fantasma. –señaló el miembro de Deber– Oí relatos de que existen los fantasmas, no los veo, pero por alguna extraña razón sé que está ahí. Esperen… ya no está.
– Sí, el Shinigami lo acaba de enviar al demonio. –se burlaba Alek poniendo su mano en el hombro dell miembro de Deber
Shinigami regresaba, entregando la mochila con las cosas robadas al miembro de Deber. «Puedes regresar a tu base ahora. No hay problema, no nos debes nada, olvida lo que pasó.»
El miembro de Deber se alejaba caminando a paso normal por las riveras de Zatón, mientras el trío establecía un campamento en la otra orilla del río, junto a unos árboles.
Shinigami volvió a la anomalía geográfica, a la que bautizaron “Sablazo” y la señalaron fuera del mapa, enviando los datos a sus amigos. El asesino, haciendo uso de una cuerda, unos tornillos, y un detector Velez, descendía por el borde del asfalto, esperando encontrar algo en el fondo de la anomalía.
– Oye, Alek.
– ¿Qué pasa, compañero?
– ¿Qué hacemos aquí?
– Pues… descansar.
– No conocemos el área, podría ser peligroso.
– Creo que Shinigami ya estuvo aquí.
– Pero acabamos de bautizar una anomalía. Sino, él ya lo hubiera hecho.
– Ah, tienes razón, tienes razón. Bueno, estamos explorando un sector virgen de la Zona. Mmm, virgen.
– Ya, deja de ser tan baboso.
– ¡Nunca! Jajajaja.
– Bueno, me iré a recorrer el lugar, tal vez trace un mapa.
– Como gustes.
Tagu recorrió pocos metros entre los árboles hasta quedarse atónito, estupefacto. Alek le gritó «¿Por qué te detienes ahí? El lugar es grande». Pero no recibió respuesta. Alek lo llamó por su nombre, pero Tagu no respondió. Alek se puso de pie. Miró hacia a la otra orilla, llamas de fuego se alzaban por encima de la grieta; Shinigami estaba demasiado ocupado escapando de ahí. Alek comenzó a caminar hacia Tagu, le gritó y no recibió respuesta. Entonces comenzó a trotar y pudo ver algo de reojo. Un artefacto, un artefacto vivo. Shinigami había bautizado a ese artefacto “Mariposa Monarca”. Era un tipo de artefacto muy extraño, casi inexistente, muy difícil de encontrar. Un artefacto simétrico que aletea como mariposa y se mueve por voluntad propia, tiene colores hermosos que atraen a todos quienes lo miran, y un resplandor rosado o magenta o fucsia; pero este artefacto es peligroso, pues puede matar al contacto, y no se conoce forma de contrarrestar sus efectos, por lo que se ha declarado que, efectivamente, mata al contacto.
Alek se dio cuenta de esto. Corrió hacia Tagu y lo envistió. El nipón cayó al suelo, saliendo de su trance, solo para ver el cuerpo sin vida de su amigo, y sin rastro alguno del artefacto.
Tagu no podía ver el alma, el fantasma de su amigo por ningún lado. Comenzó a gritar desesperado hasta casi romper en llanto, cuando el Shinigami apareció.
– ¿Quién fue? –preguntó el Shinigami preocupado
– No lo sé. Vi una cosa colorida, con brillo rosado, creo que era un artefacto.
– Mariposa Monarca. ¡Puta mierda! ¿A dónde se fue?
– No lo sé. Volví en sí y vi a Alek muerto, no reacciona. Tal vez… tal vez solo…
– Está muerto. Pero su alma no está. No pudo haber dejado de existir. No pudo. –el Shinigami ahora estaba inquieto
El asesino cerró los ojos y sintió algo extraño. Sentía una perturbación en el ambiente, algo anómalo. Era la Mariposa Monarca moviéndose, alejándose.
Shinigami comenzó a correr. Las garras, largas uñas doradas, crecieron de sus manos atravesando sus guantes. Vio al artefacto, saltó en el aire. Agarró al artefacto con las puntas de las garras de ambas manos, tomándo al artefactos por sus “alas”. Comenzó a estirar con fuerza. Intentaba partirlo, pero era difícil. El artefacto se sacudía, intentando tocar al Shinigami para matarlo. El asesino seguía aplicando fuerza, más, más, se resbalaba el artefacto, aplicaba más fuerza. Escuchó un ruido, una raja dibujó en la Mariposa Monarca. Estiró con más fuerza y el artefacto fue partido a la mitad mientras el Shinigami expulsaba un grito tribal. El brillo de artefacto se desvaneció, convirtiéndose en dos piedras grises sin vida que cayeron al suelo. De ambas mitad, haces curvos de luz, como torrentes de agua flotando en el aire, se movían a gran velocidad, alejándose en distintas direcciones. Uno de los haces de luz iba lo más rápido que podía hacia Tagu. Golpeó el cuerpo de Alek. El haz de luz estaba siendo tragado por el cuerpo del stalker muerto. Su alma regresaba a donde debía estar. Alek se levantó, vuelto a la vida, tomando una gran bocanada de aire.