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TEMA: Mikhail

Mikhail 11 Ene 2012 13:47 #9940

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Un veterano estaba llegando al Cordón en el Sur, pensaba vender las armas que recogió en el camino para los novatos; de todas formas obtendría buen dinero por esa chatarra.
Cuando se acercaba al Búnker de Sidorovich, vio a tres stalkers saliendo de ese lugar. Dos de ellos vestían de color rojo. Uno tenía un traje SEVA parchado y con pedazos de chatarra colgando en los brazos y las piernas, como si fuera una armadura improvisada; tenía una especia de capa roja debajo del chaleco y se había quitado su casco. Su rostro era blanco y tenía un pañuelo rojo que cubría su boca. No, no era su rostro, era una máscara blanca, en forma de calavera y con un extraño símbolo en la frente. El otro stalker rojo tenía un traje blindado, era un Bullat u otro traje militar, totalmente pintado de rojo brillante, con la hoz y el martillo amarillo pintados en el pecho, era un comunista, un soviético.

– Eschúcame, extranjero. Yo soy el único stalker que puede ser llamado 'Rojo' aquí. Soy la viva imagen de la Unión Soviética.
– Eres la viva imagen de algo que ya no existe. Yo soy Rojo desde antes de venir a la zona, llevo esta gabardina carmesí desde hace años.
– Vamos a empezar con el duelo de una puta vez.

Se pusieron de espaldas.
El stalker veterano que acaba de presenciar el espectáculo, se acercó al novato que estaba tratando de descubrir cómo filmar algo desde su smartphone nuevo. El veterano le ayudó con eso, y luego se dio cuenta de que todos los demás novatos observaban la escena, escondidos detrás de las viejas paredes de las casas en ruinas.

Los dos rojos empezaron el duelo. El soviético contaba. « 1, 2, 3, 4... » Se escuchaban los pasos crepitar las hojas bajo sus pies. No había otro ruido alrededor, como si los mutantes, bandidos y militares guardaran silencio para el solemne duelo. « 5, 6, 7, 8... » Los pasos del soviético dejaron de oírse, comenzó a darse vuelta. Shinigami se dio cuenta de esto y se agachó mientras giraba. « 9...» decía el soviético, terminando de dar la vuelta y alzando su pistola, buscando apuntar al cuello del hombre alto, pero no lo vio. Shinigami, desde el suelo, disparó una sola bala a la frente del soviético, quien cayó al suelo al instante. « 10 » dijo el Shinigami, volviéndose el único acreedor en toda la zona del sobrenombre Rojo. « Shinigami Akai. Muerte Roja. Díganmente solamente Akai.» mientras guardaba su arma y emprendía el viaje hacia el Norte.


Mikhail


Mikhail. Mikhail Loginov. Alguna vez fue un puto militar ucraniano asignado a la Zona. Alguna vez. ¿Qué le sucedió? Se hizo pasar por un Stalker prisionero para no ser ejecutado, y fue “rescatado” por los perritos falderos lamebotas de Deber; luego de eso se convirtió en un Stalker Libre, sin facción, haciendo misiones para ganarse la vida. ¿Le importó? Claro que no, es un sociópata, incluso psicópata. Utiliza, manipula y mata sin remordimiento. Y él está aquí.


Akai estaba sentado en el portal de uno de los edificios de departamento de Pripyat. Los retorcidos árboles y sus hojas deformes permitían con recelo que se colaran los rayos anaranjados de la luz del Sol a las 1000 horas de aquel cálido día, delicados haces de luz que acariciaban con dulzura todas las superficies bizarras y malformadas de la ciudad de Pripyat; a duras penas atravesaban el cristal del casco de aquel SEVA, solo para colisionar brutalmente con la máscara calavérica, privando al Shinigami del amoroso fervor del astro Febo.
Se oía el cantar de los pájaros, cosa extraña, que indicaba el retroceso gradual de la radiación, o no. Debajo de la rama, una pila de excremento de ave contenía una semilla. El pimpollo de una flor amarilla trepaba por la pequeña montaña de fétido excremento para intentar ver la luz. La Naturaleza pelearía contra la Zona por el dominio de ese pedazo de tierra pútrida y estéril. Una lucha que no tenía tregua, pues la Naturaleza del exterior intentaba desenfrenadamente avanzar hacia el corazón de la Zona para purificarlo con sus plantas y animales, mientras que la Zona intentaba deshacer aquella obra utilizando su propia belleza, la de las anomalías y mutantes.

Un hombre con una chaqueta de cuero caminaba por Pripyat, ignorando los peligros que le acechaban. Tras de él, un rastro de sangre que salpicaba de su cuchillo y nacía en la espalda del novato que lo guió hasta la ciudad. Ese hombre no tenía remordimientos por haber liquidado al stalker que lo guió por la seguridad hasta su destino. Su chaqueta negra de cuero, distinta a la marrón o blanca de los novatos, escondía una camiseta sin mangas, una musculosa blanca, con las placas identificadoras que colgaban de su cuello. Mas la cazadora no escondía la pieza de ropa que más llamaba la atención: pantalones del uniforme militar del ejército ucraniano, y sus botas. Era Mikhail. Caminaba por la calle con su mochila llena de provisiones y municiones para su Vintorez, llevando ahora el rifle en una mano y un trozo de pan masticado en la otra; cada tantos pasos llevaba el pedazo de pan a la boca y le probaba un trozo. Su corto cabello blanco era acariciado por el viento mortecino, típico de la Zona, y los rayos del tibio Sol quemaban las arrugas que se empezaban a formar en su ya no tan joven rostro.
Tras cruzar por el patio de una vieja escuela, se adentró en un distrito residencial, y vagaba esquivando anomalías y radiación entre los edificios. Luego de un par de minutos se detuvo, y quedó mirando a un edificio. Había algo peculiar en ese lugar, muy peculiar, pero no para él. Bajó la mirada hacia el portal de la entrada, y ahí lo vio.

– ¿Así que tú eres el fabuloso Shinigami?
– Tu debes ser Mikhail.
– ¿Acaso lo tengo escrito en el rostro?
– Me dijeron que vendrías. Los novatos en Zatón son unos boquiflojas a diferencia de los novatos del Cordón en el Sur.
– Quiero matar a alguien, pero no puedo acercármele. Está muy bien protegido, muy bien armado y no hay puntos débiles en su defensa. Me han dicho que tú has sido marcado por la Zona y puedes hacer cosas extrañas, como los mutantes o anomalías; dicen que eres una personificación de la Zona.
– La gente dice muchas cosas. …Muy bien, espérame un segundo, tengo que encontrarme con un cliente que viene en camino y llegará en menos de diez minutos. –se escuchó un pitido de su PDA, un punto verde había ingresado en el mapa y se movía hacia la posición de Akai

El asesino subió hasta el segundo piso donde las escaleras ya no existían. Lanzó su cadena hacia un gancho en el techo del cuarto piso y comenzó a escalar por la pared, metiendo sus dedos en las grietas de las paredes. Una vez allí, abrió una puerta de plomo con una llave. Diversos juegos de luces de un centenar de colores eran vomitados por la puerta desde el interior de la habitación. ¿Paraíso de los hippies de Libertar? No lo creo. Él ingresó a ese cuarto reforzado con plomo en sus paredes y el Contador Geiger se volvió loco. Estaba lleno de Artefactos, los cuales él comerciaba. Era el Paraíso, sí, para cualquier stalker. Tomó un par de artefactos muy caros y bajó. Cuando salió a la calle, Mikhail estaba apuntando en la cabeza a un Stalker que estaba en el suelo, temblando de miedo.

– Parece que una gallina se ha escapado de su corral. –dijo Mikhail deslizando el dedo por el gatillo, hasta ser detenido por el seguro del arma que estaba puesto, resonando con un clic
– No molestes a mi cliente. –exclamó el Shinigami– Toma, Black Fox, aquí está lo que me pediste.

Shinigami arrojó una mochila con los artefactos al Stalker que estaba temblando en el suelo, y éste le aventó un objeto esférico envuelto en unos trapos viejos. El sujeto se levantó y salió corriendo.

– ¿Qué mierda es eso?
– Es un Artefacto prácticamente invaluable. –dijo el asesino desenvolviendo

Una luz verdosa comenzaba a escapar de entre las aberturas del paño hasta que el Artefacto fue revelado. Era un Corazón del Oasis, un artefacto que se encuentra en un lugar secreto, cerca de la fábrica Júpiter, y que tarda meses en volver a formarse. Shinigami lo colocó en su cinturón, junto la Brújula y tres Burbujas que quitaran toda la radiación.
Se escuchó una rama crujir y ambos stalkers voltearon, apuntando ambos con sus rifles Vintorez. « Ya, calmaos, solo soy yo. » dijo la voz de un hombre delgado saliendo de entre las ramas. Era Konstantin.

– Virus. –exclamó el asesino al ver a un viejo conocido– ¿Qué haces aquí?
– No sé si lo sabes, “Tenshi”, pero este lugar… fue importante para nosotros antes.

El asesino volteó para mirar al edificio que ahora era su escondite de Pripyat y recordó.

– Este lugar… –prosiguió Konstantin– …fue nuestra base de operaciones durante una sola misión. Encontrar al grupo S.H.O.C.K.W.A.V.E., una élite dentro de la facción Monolito.
– Nika me habló de eso. –mintió, pues él estuvo presente esa noche– Pero ya no importa hablar de tiempos pasados. ¿Qué haces aquí, Virus?
– Simplemente vine porque me dijeron que tú estás dentro de la compra y venta de Artefactos, tengo esta Medusa que me anda sobrando…
– Sí, te daré diez mil Rublos por ella, no tengo Medusas y tengo un pedido del exterior.
– Si es así, dame quince mil y cerramos el trato.
– Cinco mil, es mi última oferta.
– De acuerdo, de acuerdo, ocho mil. No tienes que regatear tanto.
– Dije cinco mil. Tómalo o déjalo. El trato se cancela en tres… dos…
– Muy bien, muy bien, cinco mil rublos, lo tomo.

Luego de hacer el trato, los tres stalkers comenzaron a caminar hacia el Suroeste, para evadir la Central, pero pasar por los límites del Bosque Rojo, en un camino peligroso no muy transitado.

– Oye, Akai. ¿Qué hacemos aquí?
– Tomando un atajo.

El asesino extendió su brazo a su espalda y de la parte inferior de su mochila tomó una pequeña cajita de música forrada de papel metálico en el exterior y plomo en el interior. Al abrir la cajita, todos los Contadores Geiger se volvieron locos y pitaban de una forma exagerada como si fueran a romperse. Los dos stalkers retrocedieron de manera inmediata, dejando al loco abrir su caja. Aquello que se encontraba en el interior del contenedor, una pieza de cristal que parecía lava solidificada, era amarillo y negro, era un fragmento de Chernobylita. Las garras doradas aparecían en sus dedos, como uñas que atravesaban sus guantes. Con la mano izquierda sujetaba la caja, y con la mano derecha tomó el artefacto Brújula. Mikhail y Konstantin no se habían dado cuenta, de que en ese lugar, al borde Nornordeste del Bosque Rojo habían burbujas traslúcidas, de tenue luz púrpura, era la Anomalía Espacial, y Shinigami acababa de activarla, usando la energía similar a la que presenta una Emisión de mínima magnitud.
Los tres hombres cruzaron el portal. Todo se veía más oscuro, el cielo púrpura, la tierra negra, las plantas azules y los árboles negros delineados de contornos blancos; ellos tres se volvieron completamente negros delineados de contornos grises. Estaban dentro de la Anomalía Espacial, pero al mismo tiempo fuera de ella: la energía de la Chernobylita no era suficiente como para forzar a la anomalía a abrir sus puertas correctamente en lugares donde no existían puertas para ingresar o salir. Por dicho motivo, todo se veía más tenebroso. Pero dentro de esa anomalía no existen mutantes, no existen peligros; solamente perderse y morir de hambre o sed… o locura.
Cada cinco pasos, el terreno cambiaba completamente, árboles, colinas, nubes, todo. Era como si, cada vez que el Shinigami daba un quinto paso, los tres eran teletransportados a otro lugar, cambiando incluso la dirección a la cual miraban, pues el Sol bordó aparecía en distintos puntos del cielo a cada momento.
Fueron solo dos minutos y medio, en los que los stalkers comenzaban a sentir mareo por el súbito cambio de contexto delante de sus ojos. El Shinigami se paró en el medio de una carretera, mirando al Sur, tenía a Rostok a menos de cincuenta metros, y muy por detrás suyo el Bosque Rojo. Cerró la cajita musical con Chernobylita y guardó el artefacto en su cinturón; las garras doradas desaparecieron. Todo se tornó borroso, la realidad se estaba rasgando en jirones verticales, como si todo estuviera lloviendo o siendo llovido, destajado en hilachas verticales y bailando hacia arriba y abajo. Los colores volvían a la normalidad y los tres hombres sintieron un fuerte golpe en el pecho. Abrieron los ojos y estaban a veinte metros de la entrada de la Base de la facción femenina: Hela.

Konstantin se separó del grupo, mientras Mikhail arrastraba al Shinigami a través de la base de Deber para conseguir municiones para su Abakan.
A la salida de la base de Deber, se encontraba sentando sobre un tejado otro hombre sociópata de cabello blanco, Dante. Él bajó del techo sin que los otros vieran el cadáver de un hombre de Libertad que él mató para robarle sus pertenencias.

– Shinigami, ¿Qué mierda haces aquí?
– Soy un comerciante, hago negocios. Ayudaré a este sujeto a entrar a un lugar para que mate a un imbécil.
– ¿Y desde cuándo matas sin razón?
– Esos sujetos eran de los que comerciaban mujeres, deben ser amigos o algo de aquellos que capturaron a Nika y otras tantas; matar a esos gusanos me vendría bien.
– ¿Sabes? –interrumpió Mikhail– Eres una buena mascota, asesino, por aceptar mi trabajo sin pedir una recompensa a cambio.
– ¿Quién necesita una recompensa cuando puedo desvalijar a todos los cadáveres en el camino, y robar todo lo que haya en la base de esos cerdos? Con todas esas armas que cogeré seguro conseguiré unos diez mil Rublos más.
– En ese caso. –Dante llamó la atención del Shinigami con el chasquido de sus dedos– cuando termines, necesito tu ayuda para matar a un tipo que me robó mi arma y escapó hace dos días. Sé cómo encontrarlo, solo necesito mi arma, tú te puedes quedar con las demás cosas que lleven. Necesito alguien que sea carnada para sacarlos de su escondite.
– Me parece perfecto, Dante. Puedes venir con nosotros ahora, tal vez encuentres algo que te interese.

El grupo marchaba hacia el Valle Oscuro, mientras el mediodía se convertía en atardecer, la luz del Sol cambiaba de color y las nubes se arrastraban con dificultad por los cielos, cubriendo la Zona en oscuridad parcial.
Los tres subieron por una colina, más allá del territorio de los chupasangres, en el lado Norte del Valle Oscuro. En el medio de la nada, había una estación de transformación eléctrica. Un edificio muy pequeño, pero reforzado. A cien metros al Noroeste, una vieja casa muy grande con muchas habitaciones.
Akai comenzó a avanzar lentamente hacia la estación y encontró que utilizaban electricidad proveniente de un río para alimentar la casa-burdel, un punto débil en la defensa “impenetrable”. Shinigami desconectó la cámara de seguridad del exterior de la estación, sabiendo que los guardias se darían cuenta y saldrían a ver la cámara. Entró por la ventana y comenzó a cortar los cables eléctricos con un cuchillo de empuñadura hecha de ébano que guardaba en su bota, pero un guardia lo vio y se acercaba lentamente con su MP5. Levantó el arma, fijó la mira en el asesino de la gabardina roja, tensó los músculos, pasó la lengua por sus labios secos para humedecerla, cerró el ojo izquierdo, y comenzó a deslizar delicadamente su dedo empujando el gatillo del arma, pero cayó muerto: Mikhail disparó a quemarropa con el Vintorez a la cabeza del guardia.

– ¿Por qué dejaste que el tipo te descubriera? Eres un inútil. –se quejaba Mikhail
– Sabía que lo detendrías. –se burlaba el asesino mientras cortaba el último cable y el suministro de la casa-burdel– Además, no creo que pudiera matarme con esa arma que tenía. Esto que llevo no es un SEVA ordinario, ¿sabes? Ahora vamos detrás de la casa. Estén atentos por si tienen cámaras de seguridad: desconéctenlas.
– No me digas lo que tengo que hacer. Yo ya sé lo que tengo que hacer.

Cuando salieron. Dante tenía amordazado y maniatado al otro guardia, mientras, lentamente, le clavaba un destornillador en el ojo, salpicando sangre y humor; pero los gritos de dolor del pobre guardia eran sometidos por el trozo de tela en su boca y garganta, que lo comenzaban a asfixiar.
Mikhail siguió de largo y se adentró en el bosque con el Vintorez en mano. Dio un par de pasos y encontró una cámara de vigilancia. Tres balas del rifle y la cámara cayó del árbol, rompiéndose.
Mikhail repitió el proceso hasta derribar un total de siete cámaras en el bosque. Cuando regresaba a la casa-burdel, Shinigami había destruido las cinco cámaras de seguridad del exterior de la casa, disparando a los cristales, destruyendo las lentes; y Dante volvía, con las manos ensangrentadas, tras haber lanzado los cadáveres al río y plantado evidencia.

Cinco guardias vistiendo exoesqueletos, fuertemente armados con rifles pesados, salieron en dirección a la estación de transformación de energía. Se encontraron con los cadáveres de dos pseudoperros y un jabalí, plantados por Dante. «Maldita sea, vinieron los mutantes y esos tarados forcejearon con cuchillos en lugar de usar sus armas, que ineptos» dijo uno de los guardias que miraba los cables de electricidad cortados, intentando repararlos.

Dante se encargaría de esos cinco guardias. Él ya conocía los puntos débiles de los exoesqueletos.
Akai entró al edificio con dos Makarov silenciadas, una en cada mano. Avanzaba silenciosamente por la casa, apuntando al frente y atrás, por si alguien aparecía de cualquier lado. Mikhail le pisaba los talones para permanecer en el punto ciego; punto ciego de la visión del asesino, y punto ciego para cualquiera, pues la altura del español ocultaba el cuerpo del ex-militar en su sombra.
Una puerta detrás de ellos se abrió. Mikhail volteó, sujetando el antebrazo del Shinigami y vació medio cargador del Vintorez. Su objetivo estaba muerto.
Akai comenzó a correr toda la casa buscando a cualquier sobreviviente para acabarlo. Mikhail entró en la habitación de la cual salió el hombre que había matado. Él escuchaba a los lejos las pisadas del asesino que corría, y los ténues disparos de sus pistolas silenciadas que ahogaban los gritos de dolor de sus víctimas. Entonces vio un escritorio con un vaso con vodka y hielo, « Hielo en el vodka, que insulto » pensó mientras miraba en los cajones del escritorio, buscando unos documentos por los cuales un cliente en Júpiter le pagaría; los encontró y los guardó en su mochila. Todo el tiempo se seguían escuchando las pistolas del asesino y sus fuertes pisadas de paso acelerado cruzar por pisos de madera añeja o baldosas rotas. El ex-militar salió por la puerta delantera, para ver a Dante, con las manos ensangrentadas aún más que antes, y cinco cadáveres con severas heridas y agujeros, repartidos por el patio. El asesino llegó detrás, arrastrando otro mochila llena de armas y cosas valiosas, las cual cargaba con la mano izquierda, mientras sostenía el Vintorez en la derecha. Mikhail pudo notarlo: había muchos agujeros de impactos de bala en el brazo izquierdo del asesino, pero ninguno en el resto de su cuerpo. Sin embargo, no dijo nada y comenzó a caminar hacia el Nornordeste, para evitar la ciudad de Chernobyl y encaminarse por el Bosque Rojo hacia la Fábrica Júpiter.

Shinigami y Dante empezaron su marcha hacia el Vertedero. Mientras caminaban por las sucias aguas del Valle Oscuro, para no ser vistos por Bandidos o cualquier otro enemigo. Una manada de jabalíes apareció de la nada, mas Dante los mató a todas con una sola granada. El resto del viaje fue tranquilo.

– Oye, "Akai"...
– ¿Vas a preguntar por los de Rojo o por la palabra que digo al asesinar gente?
– Sí, por esa palabra. No entiendo por qué gastas saliva diciendo "Kanchinwan" o algo así.
– "Konban-wa" significa "Buenas noches".
– ¿Como despedirse?
– Como saludo, como dando la bienvenida.
– Eso tiene aún menos sentido.
– Será mi rostro el que verán se llevarán al otro mundo y lo verán por el resto de la eternidad.
– Ahora sí tiene un poco más de sentido, pero sigue siendo estúpido... Además usas una máscara. Bueno, olvídalo.

Al llegar al Valle Oscuro, ya había anochecido. La oscuridad reinaba y las nubes que cubrían la luna y toda luz proveniente de los astros no solo anulaban la visión, sino también los poderes anómalos de Akai.
Un destello iluminó el Vertedero. Un disparo proveniente de una Desert Eagle negra le dio a Dante en la espalda. Shinigami corrió hacia delante, en línea recta, para cubrirse detrás de un bloque de concreto, sabiendo que cajas de madera y vehículos serían inútiles para protegerse de las balas.
Las nubes se movieron, permitiendo a la Luna echar un vistazo en esa tierra de muerte donde ocurría una batalla. El asesino pudo ver a dos hombres, Bandidos, caminando por encima de Dante, pisoteándolo. Shinigami dejó su mochila extra junto al bloque de concreto y tomó a Pico, su Desert Eagle dorada. Comenzó a correr en la oscuridad, pues las nubes de tormenta de nuevo abrazaron la noche. Uno de los dos hombres que dispararon a Dante tenía un RPG7. Lo alzó y disparó una granada hacia el Shinigami. Él se paró con fuerza sobre su pierna derecha y la usó como eje para girar hacia su izquierda. La granada pasó a su lado y voló varios metros hasta impactar en una colina, provocando un derrumbe de basura, chatarra radiactiva y Artefactos baratos. Mientras giraba, alzaba la pistola en la mano izquierda, la primera que vio y apuntó al sujeto del RPG7. Un disparo. La luz iluminó el Vertedero y su estruendo resonó en todo el valle. El Bandido del RPG había muerto, quedaba uno. Shinigami siguió corriendo hacia él.
« Bienvenido al Lado Oscuro. Bienvenido al lado de los Muertos. » escuchó el Bandido detrás de él. Mikhail sostenía a Dante en sus hombros mientras el malherido recitaba esas palabras. Ambos tenían rifles en mano y apuntaban al Bandido. « Konban wa » dijeron mientras disparaban al mismo tiempo, acabando con el último enemigo.

– Bonito espectáculo. –dijo el Akai volviendo a buscar su mochila con el botín, mientras las nubes se despejaban– No sabía que a ustedes dos se les daba ese tipo de teatralidad.
– Sabía que algo iba a ocurrir. –murmuraba Mikhail mientras ayudaba a Dante a sentarse
– ¿Cómo sobreviviste? –preguntó el asesino a su viejo amigo psicópata
– Armadura.

Dante se quitó su traje, para rebelar un chaleco antibalas, forrado de metal en la espalda. Algo que tomó de uno de los guardias que él mató hacía unas horas. Dante sabía que le dispararían por la espalda.
Entonces comenzó a inspeccionar a los dos cadáveres y encontró la Desert Eagle negra, que hacía juego con su gemela blanca que él tenía.

– Al fin la recuperé. Bueno, gracias, supongo. Ahora me iré a Agroprom a hacer unos negocios. Adiós, putas. –decía mientras caminaba, dándoles la espalda, alzando la mano en un gesto de despedida

Dante se alejaba caminando en la oscuridad casi total de la noche.

– ¿Por qué regresaste?
– No encontré forma de llegar al Bosque Rojo por ese camino.
– ¿Quieres tomar mi atajo?
– Eso es lo que te quería pedir.
– Esta vez voy a cobrarte por eso. Y si intentas algo raro, puedo dejarte dentro de esa anomalía aunque estemos lejos de ella, y lo sabes.
– De acuerdo, de acuerdo, infeliz. ¿Cuánto quieres?
– Tres mil Rublos, los necesito para reparar mis traje cuando llegue allá.
– Tsk. De acuerdo.
– Ve tú delante. No me gusta que me disparen por la espalda, sobre todo con tanques de oxígeno del SEVA.
– Jajaja, eres un infeliz.



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Re: Mikhail 12 Ene 2012 15:31 #9972

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¿Chernobylita? Nunca la había oído :D

Recuperando viejos personajes, por lo que veo. Buen trabajo, kamarada.
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Re: Mikhail 12 Ene 2012 15:37 #9974

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Gracias. =D
descubrí sobre la chernobylita en wikipedia hace un tiempo, no es más que arena, carbón, uranio y plomo (mal) fundidos, tiene esos colores por el plomo y la arena supongo, y leí que es muy radiactiva.

Alpana, luego me pondré a leer los... pocos textos que hicieron durante el año que no estuve aquí. ¿Tu seguirás publicando textos de Nika? Yo todavía tengo un par de mis textos que sí puedo re-publicar.



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Re: Mikhail 12 Ene 2012 16:18 #9979

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No sabía de la existencia de ese "mineral". Curioso.

Tengo algunos textos más, lo que ocurre es que no recuerdo la password de la contraseña de Nika. De todos modos, a nadie de los que hay ahora por aquí interesa mucho aquellas historias. Es más bien para nosotros, así que si te parece te puedo pasar lo que tengo, si es que no lo tienes aún.
También tengo pensado un final para aquella historia, un relato que acabaría todo con Gabriel como protagonista, pero no encuentro el momento ni el ánimo para hacerlo. Quizá un día me ponga a ello. Por no dejarlo a medias.
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Mikhail 15 Ago 2023 18:52 #14113

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Ahora me agarró nostalgia por leer los relatos viejos (para recuperar las ganas de escribir algo), y me encuentro con esto. Sos un grande, Saigo.

Ahora bien, veo como reflejaste mi personaje y... creo que tengo una crisis existencial por concebir un monstruo genérico y sin alma jajajaja (originalmente lo imaginaba algo más cerca de Wesker, pero recién ahora me cae la ficha de que no :lol: :lol: :lol: )

Casi seguro me mando un reboot.
No entiendo por qué gastas saliva diciendo "Kanchinwan" o algo así.
:lol: :lol: :lol: :lol: El horror :lol: :lol: :lol: :lol:

P.D.: El detalle de las pistolas negra y blanca, y el cabello blanco del personaje... Me siento identificado :ohmy: :ohmy: :ohmy: (soy muy fan de Devil May Cry, y ni hablar de Dante)
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