El último de hoy, o tal vez no. xD
Lago Ámbar
1037 horas, 31 de Octubre de 2013, Yantar, La Zona.
Lago Ambar. Ubicación eterna del laboratorio móvil.
Minkia, Tagu y Alek miraban anonadados al búnker que conformaba el laboratorio, como si algo anduviera mal. Pero callaron y siguieron avanzando.
Descendieron por la colina, y la PDA de Minkia emitió un pitido: otras dos PDA se acercaban al grupo más rápido de lo que ellos avanzaban. « Nos están siguiendo desde Rostok » murmuró Tagu. Se prepararon para disparar a sus perseguidores. Podían oir los pasos de una marcha acelerada que aumentaba cada vez más. Cuando de repente Shinigami gritó « Bajen las armas o serán queso suizo. ». No solo sus compañeros bajaron las armas, sino también los otros dos stalkers que los seguían entre los arbustos. Los dos perseguidores alzaron sus manos y comenzaron a avanzar lentamente hasta tener contacto visual a menos de tres metros. Para sorpresa de todos, eran dos mujeres de Hela: Ivana y Rosa, stalkers que incentivaron al Shinigami unos meses atrás.
– Casi me matan del susto, eso es mal karma para todos ustedes. –se burló Alek para romper la tensión
– Lo sentimos. –repuso Ivana algo nerviosa– Nos enteramos de que Shinigami había regresado y queríamos saludar… –miró a un hombre extraño con una gabardina roja sobre un viejo y conocido traje SEVA– …lo. Shinigami, ¿eres tú?
– El único que sobresalta. –respondió él– Saben que nadie más usaría ropa así, yo lo hago para que los enemigos se fijen en mí y no en mi acompañantes, es una estrategia… peligrosa, pero estrategia al fin y al cabo.
– Bueno, bueno, bueno. –Alek no estaba a gusto en ese lugar– ¿Qué tal si vamos al búnker de los científicos y les pedimos una tacita de café… o té o lo que sea?
– Ojalá tuvieran té aquí. –Tagu suspiraba en melancolía
Entraron. Al lado de la puerta estaban tres científicos con sus trajes protectores debatiendo sobre emisiones. No ha habido una desde inicios de Junio; la última emisión ocurrió cuando el Shinigami salió de Ucrania.
Avanzaron hasta el final del búnker y se encontraron con Kruglov. Se estaba quitando su traje de protección para proceder a colocarse una bata de laboratorio blanca, impecable. Alek sacó un objeto envuelto en papel marrón de su mochila y la puso sobre la mesa.
– Se lo tuvimos que arrancar al fiambre. No quería soltar su traje ni muerto, jajaja.
– Bien, bien, veo que está en excelentes condiciones. –respondió el científico– Con esto será posible mejorar todos los trajes para stalkers y militares contra las emisiones psíquicas.
– Oye, doc. –Minkia se veía algo nervioso– No sé si recuerdas que nosotros llegamos aquí hace unos días en la noche, con lluvia. Pasamos años sin acercarnos a Yantar, por eso me inquieta…
– ¿Qué haya más vegetación y que sea de color verde? –preguntó el científico– La verdad es que pasó hace ya un año, cuando Marcado logró colarse dentro de la Central Nuclear. Las cosas se calmaron un poco, pero los mutantes comenzaron a multiplicarse desde entonces. La vegetación comenzó a crecer, lo que es una señal de que el planeta está intentando cerrar esta herida en la superficie a la que conocemos como la Zona de Exclusión.
– ¿La Zona va a desaparecer? –preguntó Rosa, ahora nerviosa
– Tardará más de cien años en desaparecer con ayuda humana. Y sin ayuda… más de trescientos años, pero la radiactividad, las anomalías y las ondas psíquicas… pueden durar miles de años, así que no desaparecerá.
– Pero ahora es un poco más habitable. –agregó el Shinigami– Y mucho más agradable a la vista, hay flores coloridas además de el pasto negro que es nativo.
– La flores. –agregó Kruglov– Las trajo un comerciante del Cordón llamado Sidorovich. Muchas mujeres le pagaron grandes sumas de dinero para que trajeran flores nativas de Kiev junto con el contrabandeo habitual de armas. Y las amables stalkers de la facción Hela las plantaron.
– Oiga, doc. Nuestro amigo, el Shinigami, está investigando algo sobre… almas, espíritus, fantasmas, cosas así. ¿Qué sabe usted?
– Ciertamente, no creía en esas cosas hasta que llegué a Yantar y presenciamos las propiedades macabras del Cauterizador del Laboratorio X16. Justamente, un grupo de stalkers partió hace menos de diez minutos para controlar que todo estuviera apagado, porque unos días atrás aparecieron zombis y me refiero a los que tienen el cerebro frito. Uno de ellos era grande, como tu amigo Shini… gami, pero más robusto. Creo que sus colegas lo llamaron Animal.
Inmediatamente, Shinigami salió del laboratorio y comenzó a correr hacia el Norte. Divisó la fábrica, entró y vio un rastro de casquillos de balas, aún tibios, que lo llevaron hasta el X16.
Comenzó a descender por las escaleras, cruzando un pasillo hasta un ascensor averiado que tenía unas destartaladas escaleras de servicio a su lado. Apenas logró bajar por ese camino. Pero al final, miró a las escaleras y se dio cuenta de que ningún humano común podría saltar tan alto como para volver a alcanzar las escaleras y volver a subir, pero estaba seguro de que él hallaría una forma.
Las ruinas del laboratorio eran oscuras. Pisos y paredes dañadas; miembros y órganos desparramados, descomponiéndose. Ruidos de objetos que se sacudían y caían, como si alguien los tumbara para reírse de los pobres humanos que se asustaban. Pero Shinigami ya había visto lugares peores, así que avanzó.
El lugar solía ser un nido para snorks, pero ahora solo quedaban sus cadáveres esparcidos cada tantos metros. El asesino seguía bajando y se topó con una habitación gigantesca. En el centro una estructura con escaleras y pasillos alrededor. No se alcanzaba a ver la cima, pero se calculaba entre tres y cinco pisos.
Ahí estaban, en el tercer nivel de la estructura, sería el cuatro piso de la habitación, Vlad, acribillando zombis. Era seguido por Ezequiel, Zombi, Oleg y Hoffman. Los cinco estaban desactivando todos los mecanismos del laboratorio y rompían las palancas, para que nadie las volviera a activar. El ruido era insoportable. Balas silbando adornaban el lugar con sus tenues luces en la enorme habitación oscura. Las balas cruzando el aire se asemejaban a una telaraña tridimensional de color naranja amarillento, silvando en el aire, chocando contra el metal y rebotando, impactando en armadura y carne.
Shinigami comenzó a sentir un punzante y agudo dolor de cabeza, que lo hacía tambalearse. Entonces, vio a tres zombis subiendo desde una escalera vertical, llegando hasta donde él se encontraba.
Aterrado, comenzó a caminar hacia atrás. Se chocó con algo o alguien. Cuando lo vio se dio cuenta de que era otro zombi, desenfundando una pistola. Detrás de este, otros diez zombis manipulando rifles de asalto.
El Shinigami comenzó a temblar, a pesar de que la jaqueca disminuía. Su fobia lo comenzaba a consumir. Tomó sus pistolas, su pulso temblaba, incapaz de apuntar. Los muertos vivientes se abalanzaron sobre él.