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Espacio donde florece el FanFiction, la escritura que ha sido inspirada por las aberraciones de la Zona.

TEMA: SeCh - 10 - La Fogota

SeCh - 10 - La Fogota 16 Nov 2010 01:37 #1232

  • SaigoTenshi
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Voy a tener con esto lo más rápido posible. Tengo que estudiar y no tengo ganas. >_> Es horrible.

La Fogata


1913 horas, 6 de Junio de 2013, Oeste de Rostok, a metros de la Base Hela, La Zona.

Rosa sintió una mano sujetándole la cabeza con cierta fuerza. Sintió que todo el mundo se movía en cámara lenta. Alcanzó a ver la boca llena de baba, sangre, carne y plagada de colmillos, típica de los pseudoperros, cuando la mano que sujetaba su cabeza hizo presión y la empujó hacia abajo. Al mismo tiempo, la otra guardia sufría la misma situación de ser empujada hacia abajo por el Shinigami ciego, al ritmo de su brusco descenso en camino al suelo, haciendo que los tres quedaran agachados.
Parpadeó Rosa. Vio cómo el cánido retrocedía por donde vino, volando por los aires, sin cabeza. Al darse la vuelta, vio a alguien conocido sujetando dos rifles VAL al mismo tiempo, uno en cada mano. Era un hombre con cierta contextura; «“La Zona de Exclusión” no es para novatos» dijo él recargando sus armas con rápidos movimientos en los que parecía golpear dichas armas contra su cintura. Era Vladimir, el sujeto violento. Él llegó en la época del segundo desastre de Chernobyl, el que dio origen a la Zona.
Vlad, como le decían sus allegados, comenzó a masacrar a las bestias con una sonrisa malévola en el rostro. Las guardias que ayudaban al asesino, escaparon corriendo al interior de la base, a pocos metros, buscando refuerzos. Pero pasaron algo por alto: el Shinigami. El maltrecho hombre fue atacado por una tercer jauría de pseudoperros salidos de Yantar, quienes ya estaban masticando su traje para intentar llegar a su carne. El Perro de Chernobyl logró evadir a Vlad y usó sus poderes psíquicos sobre el hombre ciego. El asesino pudo sentir algo extraño en su cabeza, sabía de qué dirección venía. Las extrañas garras doradas aparecieron en sus manos. Extendió el brazo derecho y cerró la mano, sujetando la cabeza del Perro de Chernobyl. En ese momento él pudo ver en la mente del mutante y comprendió que viejos poderes que él tenía en su interior eran exactamente iguales a los del Perro de Chernobyl, poderes de ilusiones y lectura de mentes.
Vlad había acabado con las otras dos jaurías de pseudoperros y se dirigía a ayudar al pobre tipo que estaba siendo mordido por las bestias, pero sin emitir queja alguna. El casco del SEVA del asesino se aflojó y cayó, revelando su máscara de esqueleto y su despeinado cabello, con la raya al medio, que llegaba hasta los hombros. Tomo dos pistolas que escondía en sus botas y dio un grito, haciendo que los animales retrocedieran. Aún ciego, comenzó a disparar las Desert Eagle, dos de ellas, dándoles a los mutantes en puntos letales. Podía descubrir la posición de los monstruos porque escuchaba la resonancia de sus pisadas e intentaba adivinar dónde estaban sus cabezas, pero fallaba y en su lugar disparaba a otros órganos internos. Cuando terminó de matar a las bestias que lo asolaban, intentó caminar, pero tropezando a cada momento y pidiendo ayuda al tal Vlad, explicando que quedó ciego temporalmente. Pero el violento hombre no hacía más que destripar a los mutantes que quedaban, disparándoles a quemarropa. Guardias de Hela avanzaban con sus armas en alto, para ayudar al Shinigami y detener al violento ruso.

Hacía cinco meses, el General Voronin, aún líder de Deber, se había hartado de que llegaran a él hombres con olor a estiércol, sudor, sangre, o a muertos. Por eso motivo mandó a tomar un edificio de aquellos que servían de límite de la base y lo adaptaron para que fuera un baño público. Al poco tiempo, las demás facciones lo imitaron. Sus nuevas vecinas, las Hela, mejoraron el diseño utilizando espionaje, instalando los baños en el Hospital de su base.

Eran las nueve de la noche. En el último piso del hospital, Shinigami salía de la regadera en la habitación que fue reconstruida para ser un baño colectivo para ese piso. Sus ojos habían regresado a la normalidad y ya podía ver de nuevo. Estaba terminando de colocarse su pantalón, cuando, instintivamente, tomó su máscara de calavera y se la puso también, envolviendo el sector de la boca de horribles dientes tallados en la máscara, con la bufanda roja.
Nika abrió súbitamente la puerta, encontrando al asesino poniéndose sus botas, con el torso aún desnudo y el pantalón desabrochado que quería caerse hasta sus rodillas.

– ¿Sabes? No me gusta tu máscara.
– Y eso que no has visto la otra mitad… ¿Pudiste encontrar a tu amiga?
– Sí. No, no era ella… pero era una mujer que acaba de escapar de mano de Mercenarios, así que hoy fue una victoria para la facción… otro día más en la Zona.
– Lo lamento… ¿Qué piensas hacer si encuentras a tu “amiga”?
– No lo sé… he pasado mucho tiempo aquí, más de tres años. Hace tiempo había perdido la esperanza… y ahora esto… Creo que… Gracias.
– De nada.
– Además… fundé H.E.L.A. … Es como si tuviera una familia aquí… por cierto. La información que obtuviste fue útil. Hela acaba de tomar esos lugares, mataron a la mayoría de los ocupantes masculinos, pero solo los que manejaban los lugares. Los “clientes” se volvieron prisioneros de guerra y las mujeres ya se encuentran de camino hacia aquí con una gran cantidad de escoltas. Y, eres el hijo de puta con más suerte en toda la Zona. No comprendo lo que te sucedió con la Emisión, es más, ¿sabes qué? Haré de cuenta que no ocurrió eso último.
– Bueno… Ahora tengo que comenzar el camino de regreso al Vertedero.
– Olvídalo. Los bandidos están ahora mismo peleando contra Apokalipsis. No podrías entrar, o cualquiera de los dos bandos te volaría la cabeza. Pero… por milagro, Vlad acordó con los otros que nos reuniríamos después de todo este tiempo. Vamos destino al Cordón a ver a Sidorovich. De paso… algunas chicas han oído lo que hiciste, y ellas quieren unirse a Apokalipsis. La verdad es que estamos comenzando a experimentar superpoblación en la base y sé que Pitonisa está visitando a esa facción desde ayer en la noche, después de que te marcharas hacia aquí.

Miró a la mesa. Estaban dos parches de Apocalipsis y cinco de los Stalker Solitarios, que juntó de cadáveres en el camino a Hela. Tomó su traje y no le puso ninguno, sería un Stalker Libre. «Ya no debo esconderme, maldita sea. Soy el Dios de la Muerte. La Zona me hace más fuerte cada par de horas, no sé cómo, pero lo hace. Pronto, podré desenvolverme tal como lo hacía en Tokyo.»

– ¿Cómo lo hacías en Tokyo?
– Usaba una gabardina roja. Lo hacía para que todos supieran que era yo. Rostro de calavera, gabardina roja como la sangre, vestimenta negra como la noche. Acechaba a esos bastardos en la oscuridad de la madrugada. Mataba a todos los ladrones, homicidas, pedófilos, nazis, mercenarios, yakuzas, mafiosos, vendedores de droga… todos aquellos que destruyen a la sociedad. Y al final, nadie jamás se enteraba de que era yo, la policía sospechaba, pero jamás me culparon de las muertes que yo cometí, ni siquiera se les ocurrió que fui yo. Y todo esto haciendo parkour, blandiendo espadas y pistolas por igual.
– ¿No pensaste que sus familias sufrían cuando tú los matabas?
– No, ellos eran los malos… Sí, sé que dirás que me convertí en mi presa. Pero es un precio que se debe pagar, para que ningún niño tenga que sufrir el dolor que brinda la soledad… una soledad que los acompaña por el resto de su vida…
– Ya recordé, mataron a tus padres cuando eras muy pequeño.
– Tardé más de 15 años en saber solamente de qué país venía. No encontré nada más sobre mi familia.
– Bueno, maestro del drama. Cierra el pico y vamos, te ayudaremos a largarte de aquí.


Eran las 11 de la noche, las 2300 horas. Hace poco había llegado a un edificio abandonado, oculto entre la maleza, fuera del camino, al Norte del Vertedero. El lugar fue uno de esos burdeles que Hela había destruido el mismo día. Se solía poner una cruz roja en la puerta cuando el local funcionaba, pero el grupo que tomó el lugar pintó una calavera blanca con un símbolo de radiactividad en la frente; un símbolo que ponía cuando un grupo grande moría tras una emisión, indicando que el lugar es completamente inseguro. Pero ese mensaje era falso. Lo habían hecho los amigos de Nika para que nadie les intentara robar el lugar, ni que se adentrara en el edificio mientras ellos dormían. Las balas se oían desde la distancia. Parecía un espectáculo de fuegos artificiales, un sangriento y morboso espectáculo de fuegos artificiales.
Ahí estaban ellos.
Vladimir, llamado “Pedazo de Animal”, el ruso violento, ex-militar. Irina, “Saeta” era su apodo pues corría mucho más rápido que los límites humanos y con un sigilo total, nacionalizada rusa, ella fue agente especial de la CIA, pero en Rusia se volvió Stalker. Ezequiel, soldado del ejército argentino, enjuiciado, encarcelado y prófugo con dirección a Chernobyl. Oleg, un militar veterano ruso, nadie sabía que era un gran ingeniero, perdió a sus colegas en una misión suicida; luego de matar a su comandante desapareció por dos días hasta ser avistado en la Zona. Dimitri, no tan unido al grupo, ucraniano, relacionado con la mafia, pero perdió todo en un mal negocio. Konstantin, otro ruso, aficionado a las computadoras y las armas, hacker de profesión, quien tras perder a su familia ingresó en la Zona con muchas esperanzas. Hoffman, alemán, el sujeto de “la máscara”, un casco metálico que incorporaba una máscara anti-gas; proveniente de un linaje de asesinos fascistas, cuya familia fue eliminada por los mismos nazis; amante del honor, la justicia y el respeto, la Zona llegó ante él. Minkia, conocido como Killer, un sujeto corpulento que no le reveló al Shinigami mucha información. “Zombi”, era el apodo canadiense albino sin nombre que solo conoce su inicial “J”, no conoce cuándo ni dónde nació; fue sujeto de experimentos en Alaska hasta que logró escapar y ser criado por un científico hasta el final de sus días; viajó por Alemania y Japón, donde intentó establecerse; con el tiempo llegó a la Zona. Tagu, “Dragón”, nacido en Japón, al igual que Nika, pero él vivió en Rusia, relacionado con la Mafia, lo que lo trajo aquí. Alek, un ruso pervertido y bromista, se hizo el mejor amigo de Tagu, no se sabe pero es posible que haya sido militar. Y el Shinigami, español, perdió a sus padres y fue adoptado por su tío japonés, fue policía y estuvo en un conflicto bélico contra comunistas, siendo rescatados por el ejército ruso.
Luego de terminar de contarles su historia, le preguntaron su nombre al hombre de la máscara de esqueleto. A lo que respondió «No puedo revelarlo. Mi trabajo requiere que utilice mi identidad secreta a todo momento», pero la mayoría de los presentes respetaron su discurso, pues se parecía bastante a Hoffman.

– Verás, no solemos hablar mucho. –dijo Konstantin
– Entiendo. –replicó el asesino– Me doy cuenta de que todos podemos hablar ruso bien y algunos entendemos apenas el ucraniano. Es increíble, aunque les parezca estúpido, que todos somos de lugares distintos, con vidas diferentes… y al final acabamos aquí. La Zona les ofreció un refugio, algo retorcido y mortal, pero es un refugio ante el resto del mundo.

Hoffman tomó una guitarra y comenzó a tocar una suave y triste melodía, la cual Minkia le acompañó en el canto a dueto. De vez en cuando había conversaciones mientras ambas mujeres y el argentino hacían lo posible para cocinar una cena utilizando salchichas, pan, agua, vodka y sopa.
La fogata emitía una luz anaranjada, una luz que todos ellos habían presenciado más de una vez, y que lo acompañó en muchos momentos de su vida como Stalkers. Una fogata que fue por siempre símbolo de amistad y compañerismo. Su luz recortaba en la oscuridad las siluetas de aquellos quienes se refugiaban en ella y añoraban ver sus sueños hechos realidad algún día, otros que ya habían completado sus sueños pero que no sabían si irse o no, lo que dejaría a su nueva familia con un miembro menos, por eso no lo hacñian.
El novato presente, se retiró para ver a las mujeres que querían seguirlo hasta el Vertedero. Una vez que se alejó, el grupo comenzó a debatir.

– No estoy de acuerdo, no puedo confiar en él. –dijo Vlad– estando medio ciego pudo saber que lo seguía y que le apunté a un pseudoperro que iba a matar a una de sus escoltas. Ese hombre es peligroso. Raro y peligroso.
– Yo confío en él. –reparó Nika– Sí, es peligroso, al igual que tú, o menos. Pero sé su apellido y vi gran parte de su rostro debajo de la máscara. Yo digo que lo llevemos fuera de la Zona, si es que tanto desea regresar a hogar.
– Me parece justo. –agregó Ezequiel– Es como cualquiera de nosotros. Algo extraño para la Zona. Pero tiene razón: este lugar se convirtió en nuestro hogar. Muchos de nosotros no queremos regresar a nuestra tierra natal, algunos somos perseguidos. Y si se fijan, unos odian a sangre al tipo de gente al que pertenecen otros, pero aún así estamos jun…
– Cállate. –replicó Oleg– Confío más en un chupasangre que en ese tío de la máscara… sin ofender, Hoffman.
– No hubo ofensa alguna. –le respondió el alemán con la voz metálica de su máscara
– Digo… –prosiguió el ruso– …que mañana temprano bordeemos el Vertedero y lo dejemos a su suerte al llegar al búnker de Sidorovich.
– A mí me parece un buen tipo. –interrumpió Alek, hablando en serio
– La Zona no es para los débiles. –dijo Zombi
– Pero él no lo es. –interrumpió Ezequiel– Sobrevivió a una emisión, es algo imposible de hacer. Y sabemos los motivos que tiene para irse de…
– Latino, una palabra más, y te vuelo los sesos. –se quejó Vlad
– Cállense ya. Dejen de atacarlo. –dijo Alek
– ¡Los mataré a todos! –gritó Vlad
– ¡Silencio! –Dimitri habló con una grave voz que llamó la atención del grupo– Además de él, debemos escoltar a las mujeres que viajan con nosotros. La mitad va al Vertedero y la otra mitad son las refugiadas por Hela que deben regresar a sus hogares. Cuando Vlad me dijo que haríamos algo como en los viejos tiempos, me pareció bien. Pero no pienso soportar las riñas de mocosos que sufren a causa del retraso mental que les provocó un Controlador o un Perro de Chernobyl. Lo mejor para todos es terminar la misión sin bajas de ningún tipo. ¿Oyeron?

Mientras tanto, un pelotón de Deber, dirigidos por un Capitán terco, se internaba en el Vertedero. Los soldados le preguntaban por qué salieron sin autorización del General, mas el líder del pelotón callaba y avanzaba con frívola mirada. Su medalla de Capitán brillaba bajo la luz de la Luna; bajo su ropa había otra insignia metálica que intentaba resbalarse para ver el cielo nocturno, una cruz nazi.



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Re: SeCh - 10 - La Fogota 16 Nov 2010 14:29 #1260

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la voy siguiendo a la historia y es muuiy interesante, metieron a miembros del foro tambien :woohoo:
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Re: SeCh - 10 - La Fogota 16 Nov 2010 17:09 #1282

  • SaigoTenshi
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De hecho esos son personajes de las viejas partidas del rol que forman parte del "grupo".



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