El último.

Luego viene OTRA saga y un par de reltos desencadenados


Expulsión


1624 horas, 7 de Junio de 2013, El Cordón, La Zona.

Efectivamente. Un Chupansangre gigantesco había atacado al grupo, tenía 4,3 metros de altura, pero Hoffman le voló los sesos al verlo.

Ahora se encontraban en la nueva base de los novatos, que alguna vez fue un refugio para los Stalkers Solitarios y luego fue abandonada: la Granja. Nimble, con la experiencia de los años, administraba a esta facción desde esa posición, aún más reforzada de lo que jamás fue.



Veinte pelotones de facciones varias, aproximadamente cien personas. Todos ellos convertidos en zombis. Entraban con su paso aletargado en la base, mientras muchos descansaban. Balas de todo calibre volaban por doquier silbando en el aire con sus estelas anaranjadas que se desvanecían al instante. Charcos de sangre corrían rápido, comenzando a formar una laguna, la cual se volvía un río que iba colina abajo hasta la carretera. Shinigami se había arrancado la máscara y se sujetaba la cabeza fuertemente con ambas manos. No podía hacer nada. « Estas mierdas no tienen alma, no las puedo eliminar, no las puedo matar. ¡No puedo hacer nada! ¡¡No deberían ser inmortales!! ¡¡¡¡NADIE DEBERÍA!!!! », se agachaba sin poder hacer nada, su mente no comprendía cómo un cascarón vacío podía moverse, y más aún cómo eran inmunes ante sus poderes. Él sufría una gran fobia hacia los zombis, lo cual lo volvía inútil.
Con una mano aún sujetándose la cabeza y con la otra en la pistola, comenzaba a girar a un lado y al otro, disparando al azar, mientras era rodeado por todos esos cadáveres andantes. Pero al morir, se volvían a levantar como si nada. Tenía que destruirles los cráneos, pero eso tomaba mucho tiempo y quedaban decenas de ellos por toda la base, algunos escalando las paredes porque la puerta de entrada estaba atiborrada de cuerpos andantes.
No había forma de detenerlos; ni las garras doradas podían afectarles, pues no tenían un alma que arrancar. Comenzaron a abalanzarse sobre el fóbico asesino, comiéndolo vivo. Cuando le extirparon la mano izquierda, esta se tornó completamente negra. La mano negra se regeneraba a sí misma desde la muñeca, como si de ese miembro muerto estuviera creciéndole el brazo, como si quisiera reparar el tejido de todo el cuerpo a partir de casi nada. Pero sus avances eran rápidamente devorados por los muertos-vivos. Luego un zombi apoyó el cañón de su rifle en el ojo derecho del Shinigami y jaló el gatillo.


Despertó gritando, había sido una pesadilla. Estaba en uno de los camiones de la muerte, esos que lleven los cadáveres fuera de la Zona. El conductor, al oír el grito, frenó y bajó a ver al aterrorizado hombre de la máscara de calavera, arrastrarse fuerza del camión, tropezar y caer. El conductor era el mismísimo Hoffman.

– Si serás hijo de puta, te bajaste. –pero las plantas de los pies, o al menos de las botas, del Shinigami, aún no había tocado el suelo– No te levantes todavía. Estamos intentando sacarte de la Zona. Estamos en tres camiones, llevando a las mujeres y a ti entre algunos… cadáveres, sí, es asqueroso, pero no hallamos otra forma. Ah, por cierto… tuvimos que… lastimarte las pierna. No debemos permitir que te pongas de pie, así que los chicos de Sidorovich te construyeron una silla de ruedas. No hagas preguntas.

Del camión, junto a los cuerpos supuestamente muertos, se alzaron dos de las mujeres refugiadas que también estaban siendo evacuadas. De hecho, todos los “cadáveres” de los camiones del convoy, eran las mujeres refugiadas. Entre los tres alzaron al atemorizado hombre y lo colocaron en el camión de vuelta, explicando que faltaban un par de kilómetros más hasta Kiev. Eran las siete de la tarde.



2105 horas, 7 de Junio de 2013, Kiev.

Shinigami fue dejado en un hotel, el cuál él indicó a Hoffman, sobre su silla de ruedas improvisada y sin su traje SEVA, el cual estaba en su mochila de Stalker. Su máscara estaba guardada ahora bajo la gabardina. Así, subió por el ascensor del hotel y juntó sus maletas, guardando el frasco con la cabeza de su blanco en una caja fuerte en miniatura.
Se bañó medianamente y se puso una venda en la herida de su pierna. Se vistió como un turista, con bastante abrigo y una cámara de fotos al cuello. Había tomado varias fotos con su celular para disimular y las pasó a la cámara digital.
Guardó todos sus artefactos, traídos de la Zona, en una caja que era de plomo en el interior, con una capa media de titanio, una tercera de acero inoxidable y en el exterior de madera.
Empacó todo. Tomó un extraño medallón y, de una forma mágica e indescriptible, escondió la máscara, la gabardina roja, las ropas negras rasgadas, las cadenas, la katana, la alfanje, la daga y la caja con los artefactos, todo desapareció como si se lo hubiera tragado el medallón, como si fuera un portal a otra dimensión.
Se arregló el maquillaje, ocultando las heridas y su barba de mentón y huyó al aeropuerto en un viejo taxi oxidado. Una vez ahí, un hombre vestido de blanco le saludó y le preguntó “si le gustó pasear por la ciudad”. Shinigami le entregó una mochila que tenía la cabeza del traidor y su celular, pues el hombre de blanco era un miembro de su grupo paramilitar.
Ya eran más de las once. Estaba sentado en su silla de ruedas, esperando. Cuando un altavoz avisó que pronto partiría el avión que tendría como destino final la capital de Sudáfrica, el Sr. Tenshi se puso de pie y caminó hasta la plataforma. Miró al horizonte, en dirección hacia donde calculaba estaría la Zona. Se dijo así mismo « Algún día, tal vez, regrese… quizás… ». Luego se volteó y subió al avión con una mochila con sus documentos al hombro izquierdo. Así, el avión comenzó a despegar y se alejaba en el horizonte.
Luego de subir, el punto lejano que él estaba mirando, comenzó a brillar en una luz rojiza. Era la Central Nuclear de Chernobyl que estallaba en una gran Emisión.
En el compartimiento de carga del avión, entre las valijas, se encontraba el bolso de Tenshi; escondida el pequeño medallón que contenía en su interior la mochila de Stalker, con lo que quedaba del SEVA, la gabardina de bandido; junto al medallón estaba la PDA que Sidorovich le vendió al Shinigami. Pero conforme el avión se alejaba, disminuía el rango de recepción de la PDA y titilaba el indicador de batería baja.
La PDA estaba transmitiendo un mensaje de Dimitri, quien se encontraba cerca de una gran torre de telecomunicaciones, el “Radar” de la Zona: « Atención a todos, Conciencia-C está de vuelta e intenta borrar la Zona. Solamente quedan dos de ellos, pero están bien armados, necesitamos a trece pelotones para asegurar todo. Somos pocos los que nos hemos resguardado y sobrevivimos a la emisión, aquí un tal Xavier calcula que somos como siete pelotones… esperen, algunos de los que creíamos muertos se están levantando… Oigan, creo que son zombis. ¡Necesitamos refuerzos ya! Oleg, sigue disparando, idiota... ¡¡¡Perfecto, solamente queda uno de los hombres de Conciencia-C, ya casi los tenemos!!! ¡¡Espera… Mierda, Vlad, ven aquí inmediatamente, pedazo de imbécil, hay zombis por todas partes!! ¡Necesitamos ayud… » y la batería murió.


Saigo Damián Tenshi miraba por la ventana del avión. «Sayounara Chernobyl, mata ne.»

muuy bueno che, espero la otra saga