SNIPER
La espera se hace interminable metido en este agujero. Tengo frío y aunque no llueve el viento te hiela los huesos hasta el tuétano.
Ahora es de noche. Aunque no se la hora exacta porque no quiero quitar el ojo de la mira de mi SVDm, creo que no faltará mucho para el amanecer. Creo que llevo aquí metido unas diecisiete o veinte horas, aunque también podrían ser la mitad, quien sabe, sin moverme, sin mear, aunque me da la impresión de que hace un rato mi vejiga no ha aguantado más, sin beber ni comer, ni siquiera he encendido un petardo de esos que pasaba el barman tarado de Libertad. No puedo fumar, sólo la brasa desvelaría mi posición y entonces el próximo cadáver sería yo. ¿De dónde sacará ese tipo la hierba? Me caía bien, buena gente. Lástima que tuviera que matarlo, como al resto de hombres de Libertad que tuvieron la desgracia de estar ese día en su base. Pero una recompensa de 1.000.000 de rublos y un artefacto Alma valían la pena. Encontré una buena posición desde la azotea del edificio junto a la gasolinera, desde allí se domina casi toda la base. Y cuando quisieron localizar mi posición ya no quedaban más que un puñado de hombres. Cayeron como conejos.
Desde que empezó la guerra de facciones hay mucho trabajo para un francotirador como yo. No me faltan clientes. Lo último fue lo de Libertad, pero he hecho encargos para todo el mundo. Deber, bandidos, científicos, también para Libertad por supuesto, y probablemente vuelva a hacer algún trabajo para ellos. Al fin y al cabo no dejé testigos que pudiesen contar quien les atacaba. Sólo saben que fue un sniper, pero no soy el único en la Zona.
Lo que sí soy es el mejor. Me debe venir de familia. Mi abuelo fue un republicano español que después de salir cagando leches al perder la guerra contra los sublevados de Franco se alistó en el ejército ruso. Estuvo en la batalla de Stalingrado y allí, como francotirador, se cargó más de ciento treinta nazis, la mayoría de ellos oficiales. Los alemanes hasta mandaron a otro tirador para cazarlo, no recuerdo su nombre, un aristócrata con el rango de mayor y dos cruces de hierro, pero no pudo con él y acabó alimentando a los perros en una estación de tren derruida. Después de acabar la guerra mi abuelo se casó con una rusa, Ania, y nació mi padre, que heredó el rifle de mi abuelo, pero no su habilidad. Y el rifle llegó hasta mí. Desde que era niño practicaba con él tirando contra botellas, latas, cajas de tabaco, y luego pájaros, liebres… A mi madre no le gustaba, así que lo hacía a escondidas. Curioso, ahora también me escondo para disparar.
Pero aquí no lo uso, no encuentro munición adecuada. Lo tengo escondido en una caja en una zona radiactiva y rodeada de anomalías, aunque libre de artefactos, para que a nadie se le ocurra pasar por allí.
Igual que donde estoy ahora, lleno de barro hasta el culo, tumbado entre un Lada oxidado y un matorral y en una zona radiactiva de la que me protege mi traje SEVA y mi artefacto Burbuja. Además tengo el cadáver de un snork encima mío, con el arma envuelta con mi chaqueta de camuflaje y, cuando es de día, teniendo la precaución de que el sol no de en la mira para evitar comprometedores reflejos. Es un buen sitio para esperar, aquí no se acercan ni stalkers ni mutantes. El que se atreva venir hasta aquí ya puede venir bien protegido, porque si no es así va a durar menos que una botella de vodka en la base de los bandidos.
Me escuecen mucho los ojos, el sueño empieza a pasarme factura, pero no me atrevo casi a parpadear. Ese jodido chupasangres puede salir de su guarida en cualquier momento y si cierro los ojos aunque sea un solo segundo se me puede escapar. Normalmente se vuelven invisibles, te rodean silenciosamente y la primera noticia que tienes de ellos son sus garras atravesándote los pulmones. Por eso miro al suelo justo delante de su agujero, para ver cómo se hunde la hierba y se quiebran las ramas debajo de su peso, y así saber cuándo sale aunque sea invisible. He tenido mala suerte, estoy a 350 metros de su guarida, y justo cuando apareció arrastrando el cadáver de un perro, se cruzó en la trayectoria un stalker. Cuando el imbécil se quitó de en medio el chupasangres ya había desaparecido dentro del agujero, así que ahora me toca esperar.
Pero este parece más inteligente que los otros de su especie. El trabajo me lo han encargado un grupo de comerciantes que trabajan en mercadillo del vertedero. Deben estar muy acojonados para haberme ofrecido gratis toda la munición, botiquines, vendas y las armas que necesite los próximos dos años, aparte de 20.000 rublos por adelantado. Al parecer llevan tiempo sufriendo los ataques de este bicho, y cada vez son menos y hacen menos negocio porque los stalkers no quieren acercarse por miedo. Hace poco organizaron una batida con seis hombres bien armados y mejor protegidos, suficiente para haber hecho frente a esa bestia, pero cuando se hizo de noche oyeron un rugido de esa cosa y a continuación llegó volando la cabeza de Blas, uno de los tipos que fueron a buscarle. Obviamente dieron con ese jodido demonio, aunque no de la forma en que hubieran deseado. Desde entonces le pusieron ese mote al cupasangres, Blas, en recuerdo a los compañeros asesinados por él. Al salir por la mañana, esta vez diez hombres, a buscar posibles aunque improbables supervivientes, vieron a escasos cien metros de la guarida del monstruo la figura de un chupasangres erguido. Le cosieron a tiros, pero no se movía. Al acercarse comprobaron que le colgaban las tripas por un desgarro enorme en el abdomen, causado sin duda por las garras de uno de sus congéneres, y estaba empalado para que se mantuviese en pie. Alrededor de el estaban los pocos restos que quedaban de los seis hombres enviados el día anterior. ¡El muy cabronazo les había tendido una trampa! Había matado a uno de los suyos para distraer a sus cazadores. Mientras volvían corriendo como posesos a su base el que iba en penultimo lugar sintió su aliento pegado al cogote, y al llegar al mercadillo se dio cuenta de que el que iba tras él ya no estaba allí. Tuvieron suerte, al final volvieron nueve.
Sabe que estoy cerca, pero no exactamente dónde. El muy cabrón me presiente, estoy seguro. Quizás alguna anomalía que desconozco le haya permitido desarrollar más de lo normal su inteligencia y sus habilidades. Nunca se sabe en la Zona, los científicos aún no han desvelado todos sus secretos.
¡Dios, qué largo se hace esto! Muchas veces he tenido que esperar, pero nunca tanto como hoy. Parece que empieza a clarear. Me acuerdo del amanecer en mi casa en las afueras de Stalingrado. Mi madre preparaba el desayuno mientras mi padre se afeitaba, y el olor del pan que ella misma amasaba y horneaba inundaba toda la casa. Yo me despertaba con el olor, pero remoloneaba en la cama y siempre tenía la tonta esperanza de que haciendome el dormido no me enviaran al colegio. Entonces venía mi madre y corría las cortinas para que entrase el sol en la habitación. Al darme los primeros rayos de la mañana en la cara yo abría los ojos. Ahora también me dan los primeros rayos del sol en la cara. Abro los ojos y…
¡Abro los ojos! Dios, ¿me habré dormido? ¿Cuánto tiempo los he tenido cerrados? ¿Habrá sido un segundo o una hora? Mierda, no se cuánto tiempo ha pasado. Lo último que recuerdo es que era noche cerrada y ahora se está haciendo de día. ¿Dónde está ese cabrón, habrá salido ya? No puedo estar seguro de nada. Mejor será escabullirme de aquí y volver más tarde.
Un momento… algo se mueve. Sí, algo se mueve en el agujero. Ahora no lo distingo bien porque me deslumbra la luz del sol naciente a través de la mira, pero desde luego se mueve un bulto justo en el agujero. Bien, ya te tengo, sal un poco más, un poco más…
Una suave presión con mi dedo, y el retroceso del arma me golpea violentamente en el hombro mientras la bala sale directa a por su objetivo. El fuerte ruido de la detonación inunda el valle mientras el proyectil impacta de lleno en el bulto. Saco mis prismáticos y enfoco. Ahí está, tirado justo en la salida de la guarida, acerco la lente al máximo. ¡Joder, es el maldito perro, ha usado al puto perro, ahora ya sabe dónde estoy! Sí que es listo el cabronazo.
Quitándome al snork muerto de encima dejo caer mis prismáticos y desenfundo la Kora justo al tiempo en que oigo detrás de mí un crujir de ramas secas. Sin siquiera molestarme en apuntar giro el brazo y vacío el cargador en esa dirección justo antes de que una zarpa me golpee la mano haciendome perder la pistola, que sale despedida a más de 10 metros. Todavía en el suelo ruedo sobre mí instintivamente y su otra garra consigue rasgar el SEVA y hacerme un corte entre el cuello y el hombro. El dolor recorre mi espina dorsal, pero lo ignoro, ya habrá tiempo para eso. Mientras saco el cuchillo de mi bota noto mi sangre pegajosa mojando mi cara y mi hombro; si no me cargo a este bicho ya, en un momento estaré muerto en sus fauces. Con un rápido vistazo puedo leer sus ojos, brillantes, sádicos, furiosos, están a dos metros de mí, y veo que también está sangrando. Le he dado dos veces, pero no es suficiente. Su sangre cae sobre mi pierna mientras prepara otro ataque, quizás el definitivo. No tengo más tiempo que para levantar el cuchillo hacia él. Sus ojos centellean de ira mientras descarga su garra sobre mí de nuevo. A mitad de camino se para, de su cabeza brota un manantial rojo que salpica todo, su brazo ya no tiene tensión, sus ojos ya no tienen ira, y sus poderosas patas se doblan cayendo finalmente sobre mí.
Asqueado, tragándome las arcadas que me vienen a la boca le aparto rápidamente de mí, y unos veinte metros detrás de donde él estaba veo a Valerian, el jefe de los Stalkers del Cordón. Su Vintar todavía humea después de haber escupido cuatro balas en la cabeza del chupasangres.
“¿Estás vivo? Perdona que me quede aquí, pero mi contador Geiger se ha vuelto loco en cuanto me he acercado. Yo que tú saldría de ahí antes de morir desangrado o con los sesos fritos por la radiación.”
Levantándome a duras penas recojo mi rifle, los prismáticos y me olvido de la Kora cuando las cosas se me vuelven borrosas a causa no se si del dolor, la hemorragia o la radiación. Consigo acercarme hasta Valerian, y me hace una cura de emergencia con unas vendas, unos fármacos antirradiación y un botiquín .
“Has tenido suerte mercenario, anoche fui al mercadillo a comprar unos detectores de anomalías para mis muchachos y se me echó encima la noche, así que esperé a que se hiciese de día para volver, y justo cuando iba de regreso al Cordón he visto a ese bicho correr hacia aquí. Bueno, esto ya está –dice, mientras aprieta una venda- Si nos damos un poco de prisa aguantará hasta que te lleve a mi base. Allí te podremos arreglar del todo.”
Pienso que la recompensa de los comerciantes debería ser para él, qué coño, al fin y al cabo me ha salvado de convertirme en salchicha para chupasangres, y le digo:
“Valerian, este puede ser el inicio de una gran amistad.”
Alpana
NOTA: He tomado prestado el nombre de un viejo amigo de este foro, Blas, no dudo de que XebaX estará encantado de verlo aparecer en un relato (aunque el pobre de Blas muera). No te preocupes Xebax, cuando me concedan el Premio Planeta me acordaré de ti en el discurso y ya te pasaré el 10 % del premio.
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