Este relato (que he dividido en dos partes para que sea más cómodo de leer) transcurre en paralelo a los relatos de Konstantin y Nika. Es importante leerlo justo después de "Konstantin & Nika's epilogue" si no se quiere destripar la historia.
Vuelvo a cargar mi Barrett
I
Vuelvo a cargar mi Barrett, apunto de nuevo a pesar de que el Mi-24 se sigue acercando, aprieto el gatillo y en una décima de segundo la bala cruza la calle y se incrusta en el centro de su espalda. No es suficiente, disparo de nuevo y el proyectil impacta en su cabeza, que vuela en mil pedazos salpicando sangre y sesos en varios metros a la redonda. El monstruo cae a los pies de la pequeña chica pelirroja. Ella respira aliviada por un momento, y luego me busca con su mirada. Es sólo un segundo, pero el tiempo parece haberse detenido .Sus ojos están cansados y tristes, una tristeza amarga, cruel, infinita, pero aún se adivina un poso de esperanza en el fondo de sus córneas.
El helicóptero se aproxima todavía más, ella se vuelve para verlo justo en el momento en que el mortífero proyectil sale del tubo del M72.
“Mierda, se acabó. Esto es el final”
Caigo al vacío al tiempo que el techo del edificio que ocupo se viene abajo destrozado por la explosión, mientras el polvo del derrumbe hace que pierda de vista a la chica.
Me despierto en el suelo. Me duele la rabadilla . Cien kilos de peso y 1,92 metros espatarrados junto a la cama. En mi muñeca hay pinchada una sonda conectada a una bolsa de penicilina. “Joder, esta vez me he caído de la cama. ¿Y ese sueño por qué se repite una y otra vez? Ni siquiera tengo un Barrett”.
-¿Estás despierto?
Valerian me está mirando, con otro tipo que parece ser un veterinario. Lo deduzco por la aguja del tamaño de dormir elefantes que tiene en la mano, más que nada.
-Tengo que irme. –digo mientras me levanto del suelo.
-Estás loco, sólo llevas aquí tres días. Ese chupasangres te hizo un bonito destrozo en el hombro. El médico dice que cinco centímetros más abajo y te hubiera loncheado el pulmón.
El matasanos se acerca mientras acopla la inmensa aguja en una jeringuilla no menos impresionante rellena de un amenazante líquido color mierda.
-Como intentes clavarme eso te reviento la cabeza.
-¿Tienes miedo a las agujas? – me pregunta con una sonrisa estúpida en la cara.
-Sí,-le contesto mientras me levanto- y tú deberías tenerme miedo a mí. Va en serio, no te acerques si no quieres tener problemas.
-Será mejor que lo dejes, Igor – media Valerian – Haz lo que quieras. Ahí tienes tu ropa. El SEVA no te va a servir de mucho, el desgarro es enorme y me parece que no tiene arreglo. Vas a tener que conseguir un traje nuevo. Voy a ver si Shilov, nuestro tendero particular, tiene algo que te sirva. Cuando estés listo ven a tomar una taza de café caliente.
Tengo el hombro vendado, y me duele tanto que casi no puedo ponerme la ropa. Cuando recojo todos mis trastos voy a ver a Valerian; me lo encuentro hablando con el comerciante y me ofrece una taza de café. Está sorprendentemente bueno, aunque no creo que sea realmente café.
-Shilov dice que no tiene nada decente, pero que los mejores trajes de la Zona los tiene el cantinero de Los 100 Rads. Deberías ir allí a ver si consigues algo, Sniper.
- No me llames así, no me gusta.
-Pero eres un tirador, ¿no es verdad?.
- Ya, y tu eres muy feo y no te llamo así. Me llaman Alpana, no te conviene saber mi nombre auténtico. Tengo mis motivos. Ahora escucha, tengo algo que decirte. En el mercadillo me deben cinco años de suministros por el trabajito del chupasangres, pero creo que la recompensa te corresponde a tí. Ve y diles de mi parte que te paguen lo que me deben. Y que no regateen, si no quieren que les haga otro agujero en el culo con mi SVDm cuando vayan a cagar.
-Vaya, muchas gracias, la verdad es que nos vendría muy bien un poco de material para los Stalkers novatos. Vienen aquí prácticamente con una mano delante y otra detrás, y entre la mierda de material que traen y su inexperiencia caen como chinches. Después de un mes en la Zona, el noventa por ciento de ellos están muertos, o convertidos en zombis. ¿Qué vas a hacer ahora?.
-Lo primero buscar un traje nuevo. El SEVA está destrozado, como tú decías. De todos modos, no me iba mucho. Ese casco era bastante incómodo para apuntar. Necesito algo que me permita acercar el ojo a la mira.
-Shilov, pásame esa chaqueta que tienes ahí. Toma, llévate esto, me la vendió por unos pocos rublos un novato que pasó por aquí hace tiempo, creo recordar que se llamaba Rick. Vino acompañado de un tío raro con una gabardina roja. Ese sí que tenía un nombre extraño, no consigo recordarlo. La chaqueta no es gran cosa, pero no tengo nada mejor para darte. Cuando llegues al bar la tiras o la vendes, si es que alguien te la compra. No creo que te den gran cosa por ella. Cuídate Sniper, no me gusta que mis amigos acaben muertos.
-Te perdonaré lo de Sniper porque te debo una. Gracias una vez más, Valerian. Me voy antes de que se haga más tarde. Con un poco de suerte, y si no me cruzo con muchos bandidos, antes de que llegue la noche estaré allí.
Cuando salí del campamento de Valerian era mediodía y el sol estaba brillando en lo alto del cielo. Empecé a correr para llegar lo antes posible. En el Cordón no hay muchos mutantes así que podía ir deprisa, y quería tener tiempo para evitar a los bandidos del vertedero si fuese necesario sin que se me echase la noche encima. Llegué sin mayor novedad a la barrera del Cordón, y entonces llegó una señal de auxilio a mi PDA:
-Por favor, si hay algún Stalker cerca, necesito ayuda. Los bandidos me tienen rodeado y me estoy quedando sin munición. Envío mis coordenadas por GPS. Ayuda por favor, ¿no hay nadie ahí?
Estaban muy cerca y me acerqué para ver la situación. Me aposté detrás de un tocón y saqué los prismáticos. “Vaya, -pensé- si es el camarada Rasputin”.
Rasputin era un Stalker que había llegado prácticamente al mismo tiempo que yo a la Zona. Era un fanático defensor del comunismo, y odiaba a los Zares con toda su alma, igual que a los gobernantes rusos posteriores a la perestroika, de quienes decía que habían traicionado y vendido a la Madre Rusia aproximándose demasiado a los yanquis capitalistas. Lloraba la desintegración de la Unión Soviética con tanta pasión con la que llora un hombre que ha perdido a la mujer que ama. También decía que él era el único descendiente vivo del hombre de confianza de la Zarina Alexandra, de ahí el mote. Pero además era un fiel amigo que no dudaba en compartir lo poco o mucho que tuviera si un camarada lo necesitaba, y que en las frías noches a la intemperie contaba unas historias cojonudas junto a la hoguera, especialmente cuando llevaba un par de botellas de vodka entre pecho y espalda, lo cual ocurría bastante a menudo.
Así que empuñé el SVDm y en menos de diez segundos, y sin que supiesen de dónde venían los tiros, había acabado con seis de los siete bandidos que estaban a punto de mandar al otro barrio a Rasputin.
-Acaba tu con el último, tarado de los cojones, ¿o es que quieres que haga yo todo el trabajo?
El último bandido que quedaba salió corriendo en dirección opuesta a mis gritos tratando de escapar, y antes de que pudiese recorrer diez metros Rasputin le metió un tiro en el culo. El bandido cayó al suelo, con tan mala suerte de dispararse la escopeta al golpear en una piedra, entrándole la bala por el mismo sitio que hasta entonces usaba para mear.
-¿Quién tiene problemas ahora, capullo? – gritaba Rasputin mientras se acercaba al bandido, que no le podía oir ya que el dolor le había hecho desmayarse – ¿Quién es ahora la presa? Jódete, mamón. Vete a robar a tu puta madre, te voy a...
-Déjalo ya hombre, métele un tiro o córtale el cuello de una vez y vamos a emborracharnos con esa mierda de vodka que hay en Los 100 Rads.
Rasputin se volvió para ver quién le había salvado el pellejo.
-¡Alpana! ¿De verdad eres tú? Vaya, esto hay que celebrarlo. Dame un abrazo camarada, ¿Cuánto hacía que no nos veíamos? Al menos cuatro o cinco meses.
-Más o menos, por ahí andará. Veo que has sido capaz de mantenerte vivo hasta hoy, pero ahora me debes una.
-¿Qué dices, lo tenía todo controlado, eres tú el que ha venido a meter las narices donde no le llaman. Venga, vamos a tomar ese trago.
Rasputin registró a los bandidos para conseguir algo de munición, y nos fuimos dejando al último inconsciente, aunque viendo su estado no creo que durase mucho. Por el camino no encontramos a nadie, ni siquiera mutantes. Extraño. En una hora estábamos hablando de los viejos tiempos en Los 100 Rads, donde tampoco había nadie. Sólo el barman y nosotros. Más extraño aún, la cantina suele estar llena de Stalkers olvidando sus penas. Pedimos una botella de vodka y nos sentamos en una mesa a recordar los buenos tiempos.
Oculto detrás del mostrador el cantinero envía un mensaje desde su PDA.
Cuando llevábamos allí un par de horas entró un tipo que parecía querer ocultar su cara debajo de la capucha de su chaqueta. Pidió algo al cantinero y después de un rato haciendo como que no se enteraba de nada nos llamó.
-Eh, vosotros, parece que teneis experiencia en la Zona. Estoy buscando alguien para hacer un trabajito. ¿Estáis interesados?
-Depende del trabajito y de lo que pagues. – dijo Rasputin
-El trabajito es muy jodido, así que la recompensa es buena. Teneis que ir a Yantar a recuperar una PDA. Está en una sala de los sótanos del laboratorio X16. Ya sabréis que allí hay muchas emisiones, así que antes hay que pasar por el bunker que los científicos tienen junto al pantano para conseguir unos cascos protectores que, según dicen, esos cerebritos han conseguido fabricar. Me da igual cómo lo consigais. Diez mil por adelantado, y otros noventa mil cuando acabeis. Pero es para los dos o nada, uno sólo no podrá hacerlo. Os esperaré aquí mismo para que me deis la PDA. Entonces os daré el resto del dinero.
-Supongo que es una broma, – dije – por ese precio no movemos el culo de la silla. A menos que te haya entendido mal y esos cien mil sean por cabeza.
-¡Estáis locos! Ya encontraré a alguien que lo haga por la mitad, incluso menos.
-Yo no veo nadie más aquí, además no creo que haya mucha gente dispuesta a dejarse freir los sesos, eso si no se los meriendan antes los zombies que hay allí – dijo Rasputin.
El tipo se lo piensa un momento. - De acuerdo, pero por adelantado sólo diez mil para los dos. Cuando acabéis os daré el resto, ciento noventa mil.
Rasputin y yo nos miramos y después de un momento dije:
- Bueno, no tengo nada mejor que hacer.
-Yo tampoco.
-De acuerdo entonces, pero si tratas de engañarnos te encontraremos, y entonces desearás no haber nacido.
-Otra cosa se me olvidaba. Lo quiero como máximo para mañana a las 24:00. Si llegais más tarde no me interesa para nada la información que hay en esa PDA. Si no está alguno de los dos aquí a esa hora, me iré y no me volveréis a ver.
El tipo de la capucha nos pasó las coordenadas del objetivo a las PDA y nos dio los 10000 rublos. En el mismo bar conseguí un precioso traje “Bulat” mejorado a un precio tal que cualquiera diría que había sido diseñado en exclusiva por Armani y confeccionado a mano con algún material secreto de la OTAN. También compré una nueva Kora, ya que olvidé la mía junto a Blas en mi anterior trabajo, y algo de explosivo C4. El barman tenía de todo, parecía un supermercado. Rasputin se hizo con más munición para su Obokan modificado. –¿Sabes que hay cosas mejores que ese trasto?,- le dije. –Ni hablar, esto es duro y fiable, no se atasca nunca, jamás me ha fallado, no como esas mierdas diseñadas por los capitalistas.
Mi PDA marcaba que ya eran las 22:00, así que decidimos quedarnos a dormir en el bar hasta que se hiciese de día. De nuevo el mismo sueño, el helicóptero, el monstruo, la chica. Esta vez desde el helicóptero sale otro M72, el edificio donde está ella también se colapsa y se la traga entre polvo y escombros.
A las cuatro de la mañana nos pusimos en marcha. Cuando habíamos salido del bar el Coronel Petrenko de Deber se bajó la capucha y preguntó al cantinero:
-¿Crees que lo conseguirán?
-Ese tirador es de lo mejor que hay en la zona, he oído hablar mucho de él.
-Esperemos que tengas razón. Conseguir esa información nos puede salvar a todos. Si no, el destino no solo de la Zona, sino del planeta, puede estar en peligro. Ahora debo ir a reunirme con mis hombres. Enviaré a un par de ellos aquí para hacerse con la PDA, si es que esos dos consiguen volver.
-¿No te parece que ha regateado muy poco? – dije.
-¿A qué te refieres.
- Casi no ha protestado cuando le hemos pedido el doble, y luego ha aceptado enseguida sin rebajar ni un rublo. No se, pero esto no me gusta mucho. Además, ¿te has fijado en su ropa? Llevaba un viejo uniforme de alguna facción, pero no lo pude reconocer. Quizás de Deber, o incluso de los militares, y no llevaba escudo alguno, lo habían arrancado.¿Y tú le has visto la cara? ¿Por qué esa capucha?
- Te estás volviendo paranoico, Alpana. Te vuelves demasiado desconfiado.
- Será eso, o quizás me estoy haciendo viejo.
Según nos acercamos a Yantar empezamos a ver zombis, al principio pocos y en solitario, pero pronto fue creciendo su número. Aunque procurábamos que no nos vieran, en más de una ocasión tuvimos que responder a sus disparos. El túnel que lleva a Yantar estaba infectado de ellos. Mientras yo tiraba tornillos para evitar las anomalías térmicas, Rasputin iba limpiando el camino de zombis con el Obokan. Uno de ellos tenía un Thunder S14 que no podía dejar ahí tirado para que cualquier desaprensivo se hiciese con él, así que lo tomé junto con unos cuantos cargadores que también llevaba el difunto.
Una vez pasado el túnel el camino quedó despejado. Esperábamos encontrar más zombis, pero parecían haber desaparecido de allí. Llegamos al bunker sin más complicaciones. Traspasamos las dos puertas y encontramos a Kruglov detrás del cristal de protección del bunker.
-Buenos días Stalkers, ¿qué buscan por aquí?
-Hemos oído que han fabricado unos cascos para burlar las emisiones psíquicas. Necesitamos dos.
-¿Para qué necesitan eso? Es un material muy delicado.
-Vamos a entrar en el laboratorio.
-¿Están locos? Todos los que han entrado allí han muerto o se han convertido en esas cosas, son como trozos de carne sin ninguna voluntad. No puedo permitirlo. Alguien ha vuelto a activar las ondas psíquicas y no puede ser con buena intención, es muy peligroso.
-Pagaremos bien.
-No es cuestión de dinero. No van a ir allí.
Rasputin sacó una pequeña botella y echó por el hueco entre el mostrador y el cristal un chorro de algo que apestaba a vodka, era transparente como el vodka, y a juzgar por el trago que echó a continuación, era vodka. A continuación empapó un trapo y encendió un mechero. El trapo empezó a arder inmediatamente.
-No me obligue a ponerme violento. Las negociaciones han terminado. Necesitamos esos cascos y nos los va a dar ya.
Los ojos del científico se abrieron como platos, mientras el miedo empezaba a hacerle sudar.
-NO NO NO, ESTAN LOCOS, LOCOS – gritó – ESTA BIEN, COMO QUIERAN, PERO SÓLO TENGO UNO. LOS DEMÁS NO ESTÁN CORRECTAMENTE CALIBRADOS.
Rasputin tiró el trapo al suelo. – Veo que nos hemos entendido rápidamente. No hay nada como el diálogo.
Kruglov nos tiró el casco y se volvió a encerrar rápidamente tras el cristal de su cabina.
-Se lo advierto, tengan mucho cuidado, al menor síntoma de mareo o jaqueca, vuelvanse atrás. No es una broma. Ya hay demasiados zombis aquí. Oigan, esto se está poniendo feo, no se lo que ocurre, pero no me gusta nada.
-Sólo hay un casco, tendrás que esperar aquí en el bunker – dije.
-Ni de coña, iré yo – contestó Rasputin.
-He dicho que voy yo, además tengo el casco en la mano, intenta quitármelo si tienes huevos.
-Bueno bueno, no voy a hacer la tontería de pegarme con un tío que me saca una cabeza.
-Haces bien, si no, podría arrancártela de un guantazo.
-Pero no esperaré aquí. Buscaré un buen punto para vigilar el laboratorio. Estaremos en contacto por las PDA.
-De acuerdo. En marcha.
-Oigan – dijo el profesor Sakharov, que hasta entonces había estado oculto, saliendo del fondo del bunker – si consigue salir del laboratorio, vuelvan por nosotros. Sólo somos científicos, y tenemos miedo. No sabemos usar armas y ahí fuera sólos no duraríamos mucho.
-Está bien – contesté – Vayan cogiendo lo que necesiten llevarse. En cuanto salga de allí vendremos a buscarles. Y si no lo logro vendrá mi amigo, el del vodka y el trapo. Parece malo, pero en el fondo es un pedazo de pan.
-JA,JA – fue toda la contestación de Rasputin.
Salimos los cuatro del bunker. Sustituí el casco del Bulat por el inhibidor. Mientras los profesores me daban unas últimas indicaciones sobre el laboratorio Rasputin se fue a buscar una posición elevada desde donde poder controlar la entrada al laboratorio. De repente nos cayó una lluvia de balas. Dos de ellas impactaron en la espalda de Sakharov, que cayó de bruces sobre Kruglov. Rápidamente consiguieron entrar de nuevo en el bunker, mientras yo disparaba con el Thunder. Afortunadamente con su potencia de tiro me pude abrir paso fácilmente entre los primeros, pero acercándose desde el pantano venían muchos más.
Los gritos de Rasputin a través del altavoz de mi PDA me sobresaltaron –ALPANA, SAL DE AHÍ, VIENEN COMO MOSCAS A LA MIEL, DEBE HABER MÁS DE SESENTA O SETENTA.
-Sí, ya me he dado cuenta de que está aquí el comité de bienvenida.
-Trataré de abrirte camino hacia la entrada del laboratorio. He encontrado una buena posición desde la que domino casi todo el pantano.
-No, Kruglov me dijo que la valla está caída por la zona sur del complejo, desde aquí está más cerca.
-Si, ya lo veo, no hay valla y en el muro de detrás hay un buen agujero. Incluso un mastodonte como tú cabrá por ahí. Date prisa, ya voy limpiandote la zona.
Eché a correr en zigzag hacia la valla para evitar los disparos de los zombis cada vez más numerosos. Cada pocos metros veía caer ante mí algún zombi abatido por los disparos de Rasputin. Al llegar a la valla tiré una granada al otro lado del muro a través del hueco. Fue una buena precaución, ya que tras la explosión salieron volando trozos de carne ahumada por todas partes. Conté hasta cinco brazos volando. Atravesé el muro y, con el Thunder en una mano y la Kora en la otra me dirigí hacia el hangar del complejo. Cuatro zombis que salieron de dentro cayeron inmediatamente, dos de ellos destrozados por el Thunder, uno más al otro lado por un disparo en la frente de la Kora, y el último por los proyectiles salidos del Ak-74 que llevaba el anterior.
Seguí corriendo abriendome paso a tiros con el Thunder hacia el edificio que, según la PDA, daba acceso a los sótanos y entré en él. Una bala me pasó rozando la oreja. Me volví y vacié el cargador de la Kora en la cabeza de un zombi hasta que no quedaba ni rastro de su putrefacta cara. Guardé la pistola y empecé a bajar las escaleras. Oí ruidos abajo, así que tiré otra granada. La explosión hizo que se derrumbase parte de la escalera, al tiempo que un gemido llegaba desde abajo. Luego, silencio. Me tiré por el hueco, había unos cuatro metros hasta el suelo, y ví que la granada había reventado dos zombis más.
-Rasputin, ¿puedes oirme?
-Te oigo , aunque hay algunas interferencias. ¿Dónde estás?
-He entrado en el sótano del laboratorio. Espero que no se corte la comunicación. ¿Qué tal por ahí?
-Bueno, estoy practicando el tiro al blanco. Esto está muy interesante, no paran de salir cachos de carne andantes del pantano, y ahora vienen también del territorio salvaje. Hay unos cuantos zombis intentando entrar en el bunker, pero de momento resiste.
-Bien, acaba con los que puedas, pero trata de que no descubran tu posición.
-De acuerdo. Buena suerte.
Seguí avanzando por el sótano. Pronto la oscuridad se hizo completa, así que tuve que encender el visor nocturno. La visión azulada me mostró a lo lejos unos snork muertos que debían llevar cuatro o cinco días allí. Las ratas estaban merendando lo que quedaba de ellos.
-¡Qué apetitoso!
-¿Dices algo? preguntó Rasputin. Empiezo a oirte muy mal, hay bastantes interferencias.
-Nada, que he encontrado un pastel de sesos aquí que tiene muy buena pinta. Luego te llevo un trozo.
-No te oigo.
-¿Rasputin? ¿Me oyes? – silencio - ¿Me oyes? Mierda, bueno, no se si me recibes, yo a ti no, por si acaso sigo contándote lo que me encuentre. Continuo por el pasillo, hay unas escaleras, bajo por ellas hasta dar con una puerta. Me parece oir ruidos a mi espalda, pero cuando me vuelvo no veo nada. Me empiezo a marear, de momento nada grave, pero habrá que tener cuidado. De momento parece que el casco funciona. Sigo adelante por un pasillo en curva…
-¿Alpana? ¿Dónde estás viejo, me oyes? Nada, se cortó. Bueno, yo a lo mío, vamos a ver si le acierto en la sandía a aquel tipejo al lado de la mata de ajenjo.
De repente un snork da un salto de veinte metros y se planta delante de la mira del Obokan de Rasputin. Este dispara una ráfaga, y el snork cae dando tumbos hacia atrás con varios agujeros en las tripas. Rasputin respira por un momento, “joder que susto, creo que me he cagao” pero a continuación otros dos snorks saltan hacia él. El ruso se levanta rápidamente y sale corriendo hacia atrás, mientras descarga el Obokan contra los dos mutantes, sin darse cuenta de que a poco más de seis metros le espera una anomalía eléctrica. Rasputin recibe la terrible descarga, su pelo se quema inmediatamente, sus manos se quedan agarrotadas apretando el gatillo del subfusil, que sigue escupiendo balas hasta que se agota, por sus oídos empieza a brotar un hilo de sangre. Sus ojos inyectados en sangre acaban reventando por el calor de la descarga eléctrica. Rasputin cae de rodillas, y finalmente se desploma contra el suelo. La PDA recibe una última comunicación – “Rasputin, soy yo, creo que he encontrado lo que buscamos. Raspu...... edes oirm..........” – y finalmente se queda muda entre una nube de chispazos y humo.
Alpana
Foros