Creo que este es el primer relato basado en S.T.A.L.K.E.R. (no "fanfiction" como dicen por ahí ) que escribí. Le hice algunos arreglitos de ortografía y alguna que otra cosa, pero nada significativo.
Les ardvierto que es un poco raro y la relación con S.T.A.L.K.E.R. puede que no se note a simple vista.


DESPERTAR (en la zona)

Abrí los ojos lentamente, en mi mente aún sonaban esos terribles versos en ruso. Todo había sido una pesadilla, tal vez la pesadilla mas cercana a la realidad que alguien pudiese tener, pero ya había terminado, poco a poco mi vista comenzó a adaptarse a la oscuridad que reinaba en la habitación. Un relámpago helado recorrió mi espalda, el viejo colchón de mi cama parecía de piedra, o tal vez de metal.

El horror me dejó sin aire…sin reacción.

El mismísimo Thor atravesó mi cabeza destrozando todo con su martillo. Necesité de todas mis fuerzas para poder sentarme en la cama, que resultó ser una oxidada camilla de hospital. Observé mi vientre y mis brazos, parecían el mapa de una zona que nadie quisiera visitar jamás, recorrido por ríos de sangre repletos de pequeños puentes de alambre.

De pronto, tomé conciencia del olor que inundaba todo el lugar, era la misma muerte, pero una muerte horrible y antinatural. Miré a mi alrededor y agradecí a la oscuridad que solo me permitía ver las pequeñas siluetas que colgaban del techo, hasta donde pude ver una docena, o más; percibí un pequeño movimiento en una de ellas y deseé que fuese mi imaginación. Quise bajarme de la camilla y correr, pero profundos latigazos en mis piernas me demostraron de la peor manera que no iba a ser tan fácil.

Pude incorporarme, mis ojos se llenaron de lágrimas y en mí cabeza la tormenta eléctrica no quería desistir. Me sentí muy extraño al estar de pie, más allá de los cortes que surcaban mi cuerpo. Todo parecía más pequeño, pude frenar a mi mente que comenzaba a atentar contra mi supervivencia, no podía volver a congelarme, no quería pensar en lo que me habían hecho y mucho menos en lo que tendrían pensado seguir haciendo. Comencé a caminar lentamente, crucé una puerta que apenas tuve fuerzas para abrir, comunicaba a un alto estrecho pasillo con muy poca iluminación, todo estaba sucio y húmedo. Era muy extenso, mi cabeza no estaba como para calcular distancias, pero parecía irreal, avancé un poco más y noté que ambos lados del pasillo estaban repletos de puertas de celdas, no podía distinguir mucho pero creo que todas estaban desocupadas, aunque algunas despedían un hedor similar al de la habitación que había abandonado. Me pareció oír un ruido a mis espadas como si una de aquellas siluetas hubiese caído del techo, me detuve y de pronto estuve seguro que así era, el sonido volvió a repetirse junto con una especie de murmullo, Dios!!! Tenía que salir de ese lugar.

Apuré el paso, y los latigazos en mis piernas se multiplicaron por millones, cada vez veía menos por las lágrimas y me costaba mucho levantar los brazos para quitármelas.

Mi oscura mente, aquella que mil años atrás me había valido algún que otro efímero reconocimiento en literatura de suspenso, corría tras de mi en forma de pequeñas siluetas, hambrientas, pisándome los talones. Mi corazón estaba a punto de salirse del pecho y sentía que mis piernas y cabeza iban a destruir el mundo en una detonación nuclear. Llegué hasta el pie de una escalera que comunicaba a una puerta en el techo por la cual se colaba algo de luz.

De repente todo se detuvo, los sonidos de las siluetas, el dolor, mi corazón…todo. En una de las paredes del pasillo colgaba un traje, el casco tenía un visor de cristal extrañamente limpio considerando el resto del lugar, en el pude ver mi propio reflejo, aunque el tiempo se detuviera hasta la eternidad nunca encontraría palabras para describir lo que vi. Entendí porque todo me había parecido más pequeño cuando bajé de la camilla, mis piernas no eran mis piernas, habían sido remplazadas por unas piernas largas y delgadas, también mis brazos, ni siquiera podría decir que parecieran humanos. De alguna forma habían logrado unirlos a mi cuerpo y lograr que funcionen…una vez más pude detener a mi mente, a la que tanto me había esforzado por enseñarle a portarse mal. El mundo volvió a girar, a pesar de eso ya no escuchaba a las siluetas. Tal vez todo el tiempo había sido mi imaginación, ya no sabía que era real y que no, pero algo supe con certeza: aunque lograra escapar de esto el mundo había terminado para mí. A pesar de eso, lo último que quería era morir en este lugar, así que seguiría adelante hasta que mis fuerzas me lo permitieran. Llegué penosamente hasta la puerta horizontal, ahora comprendía que todo esto estaba bajo tierra.

Por un instante aquella pequeña voz responsable de casi todos mis efímeros éxitos literarios me aseguró que con estos delgados brazos no lograría levantar al puerta, estuve a punto de romper en llanto sin siquiera intentarlo, pero… no sé, quizás alguna fuerza benévola tuvo piedad de mí. Abrí la puerta y al asomarme la luz exterior lastimó mis ojos. Me detuve un momento antes de salir, no quería haber llegado hasta aquí para tropezar con algo y perder una de mis débiles extremidades.

Al fin pude ver claramente, estaba en un cuarto sin techo, creo que era de día, pero el cielo parecía una enorme infección roja, comenzó a dolerme la cabeza como si ese cielo no quisiera que nadie lo contemple. Las ventanas que comunicaban al interior del edificio habían sido tapadas con maderas. Caminé, hasta una abertura que comunicaba a uno de los corredores, y logré colarme por entre las maderas rotas, ahí a pesar de ser de día estaba todo oscuro, y no se oía nada. Me sentí un poco mareado sin saber para donde estaba la salida, la jaqueca parecía disminuir, como si realmente fuera el cielo el culpable. Pensé en buscar una habitación con algún teléfono o algo con lo que pedir ayuda, aunque ni siquiera sabía a dónde les diría que vinieran a buscarme. No sabía hace cuanto tiempo había estado en este lugar, trataba de pensar pero no podía recordar nada, ni siquiera mi nombre. Algún maldito enfermo hijo de puta había jugado al doctor Frankestein conmigo el suficiente tiempo para que las amputaciones y nuevos injertos curaran de alguna forma.

Comencé a caminar, con la esperanza de encontrar la salida, el lugar parecía enorme y no podía ver nada, crucé varios corredores de puertas cerradas. De a poco mi visión comenzaba a mejorar, adaptándose, el lugar comenzó a resultarme familiar de algún modo. De repente la oscuridad se volvió más espesa, más aun que en el corredor subterráneo, el cielo empezó a gruñir y podía jurar que escuchaba alaridos apagados desde todas direcciones. A medida que me acercaba al final del corredor un rostro de mujer se apodero de mi mente volviéndose cada vez más nítido, hasta olía su perfume, por un momento olvidé todo de lo que estaba escapando, luchaba por desviar mi mente de esos pensamientos, tenía que salir. Cerré mi puño ajeno y el dolor hizo que mi mente despertara, solo tenía que concentrarme en la salida. Mi corazón parecía un detector de metal de esos que se usan en las playas y esa habitación era la tapa de gaseosa más grande del mundo. Retrocedí un par de metros y me detuve. La vocecita oscura comenzó a reír, era una risa burlona pero con algo de decepción en ella. Como si mis piernas respondiesen a su verdadero dueño, y no ya a mí, volví a caminar hacia la puerta. Sin detenerme tomé la perilla y entré. Quizás era mi imaginación pero volvía a ver un poco mejor, parecía la habitación de un hospital, había ropa y sangre por el suelo, cortinas de plástico separaban la habitación creando una especie de laberinto, esas cortinas también estaban teñidas de rojo oscuro, no quería entrar pero aun así lo hice. Al fondo podía ver entre las cortinas la silueta de una camilla con algo encima. Cerré mis ojos y dejé que la oscuridad, que parecía volver a ser casi sólida, me rodeara. Ya no tenía ganas de seguir, quería que todo terminase en este momento. Un sonido, un susurro llegó a mi suavemente. Abrí los ojos, la oscuridad había retrocedido una vez más como una marea. Volví a escuchar el susurro, levanté la vista, provenía de aquella camilla. Mis piernas tomaron su propia decisión y avancé, mi nueva mano vaciló al estar ante la última cortina, pero aun así la corrió.

A pesar del horror pude reconocerla, esa criatura sobre la camilla era aquel rostro en mi mente, no podía recordar su nombre ni qué lugar ocupaba en mi vida, pero sentía que lo era todo.

Estaba desnuda crucificada con los pies atados. Pude ver que en su hermoso cuerpo cruzaban también ríos y puentes como en el mío, pero aun más, varios tubos entraban y salían conectándose a extrañas maquinas y en su pecho se veía una abominable cicatriz.

De repente abrió sus ojos y me observó, fue una mirada que derrumbó lo último de mi alma que permanecía en pie, volvió a susurrar y vi que sus labios habían sido cosidos. Me apresuré hacia ella diciéndole que todo iba a estar bien, al tiempo que la pequeña voz decía que hace ya mucho tiempo nada volvería a estar bien. Me acerqué a su rostro, era increíble pero aun despedía aquel exquisito perfume, o era mi mente que deseaba que así fuera. Me dispuse a cortar uno de los tubos. La vocecita me dijo que no lo hiciera, pero muchas veces había hablado del lobo como para que le hiciera caso…debí hacerlo.

Al cortar el tubo, como si fuese una manguera de presión comenzaron a salir chorros de un líquido espeso desde su cuerpo. Aún con sus labios sellados produjo el grito más desgarrador que jamás he oído, convulsionó unos segundos y se detuvo de repente, sus ojos permanecieron abiertos aun después de que ella ya no estuviera allí conmigo.

Comencé a llorar desesperadamente abrazado a su cuerpo desnudo. No sé cuanto tiempo lloré, hasta que un leve sonido llegó desde el pasillo, un sonido que se acercaba de a poco. Parecían pasos, de repente volvió a mí la imperiosa necesidad de escapar, como un instinto básico. Con el último esfuerzo de mi alma y mi cuerpo, desconecté de esa horrible maquinaria a la que en otra vida había sido la mujer de mi vida. Cerré sus ojos, la tomé en mis brazos, sentía como si mis extremidades comenzaran a amoldarse volviéndome más fuerte y salí hacia el pasillo. Llegué a una puerta, aquella puerta también había sido tapiada, no me sorprendió demasiado ver que pude destrozarlas con facilidad. Ahora estaba en el exterior, el infectado cielo había desaparecido y una enorme luna bañaba de fría luz el terreno. Dispersados por el suelo yacían cadáveres de lo que parecían ser soldados, pensé en tomar uno de los fusiles pero me di cuenta que ya no me harían falta. El terreno de a poco me reconocía y yo a él, el aire helado despejó mi mente y junto con ella me dirigí hacia aquel extraño bosque rojo.

Jota zombie - 20 de septiembre 2008

Continúa en: Descender en la Zona (Parte 1/4)

esta bueno jota! aunque debo decir que no recuerdo haberlo leido antes jeje

Y como veras en la fecha abajo, es bastant viejo.
Gracias.

Siempre me gustó mucho esta historia.

Muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuy bueno.

No me acuerdo de haberlo leído jamás. xD

Gracias a ambos . también tengo otra historia basada en esta, cuando pueda la reviso y la subo.

Jota_zombie escribió:
Espero que no tardes demasiado ya que esta me ha gustado mucho y espero la siguiente

Cuando subí las siguientes partes, hace bastante tiempo ya, recuerdo que no las leyó casi nadie, pero si puedo más tarde resubo alguna.

Jota_zombie escribió:
oks, los esperaré impaciente